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Imagínate esto: estás caminando de regreso a casa después de un día bien ocupado y ves a una persona ciega tratando de cruzar la carretera. Nadie se ha dado cuenta de eso excepto tú, así que te apresuras a ayudarlo y guiarlo a que cruce de manera segura. Hiciste lo que cualquier persona compasiva haría.
En esta vida estamos también ciegos de alguna manera; hemos sido lanzados a esta existencia y no tenemos una visión clara del por qué; ni siquiera sabemos hacia dónde nos dirigimos después de morir.
La guía de Dios nos proporciona respuestas a las preguntas existenciales que todos nos hacemos, como: ¿qué se supone que debo hacer en mi vida?, y ¿hacia dónde voy después de morir?
Dado que Dios es la fuente de toda bondad y Él es el ser más compasivo, revelar la guía a la humanidad es una expresión inevitable de su naturaleza.
Eso es similar a cuando fabricamos un celular, un automóvil o una computadora portátil; le entregamos al cliente un manual o una fuente de instrucciones. No buscaríamos que las personas aprendan a usar su nuevo y costoso producto de manera difícil o que lo dañen por mal uso.
Dado que Dios creó este mundo y todo lo que contiene, tiene entonces sentido que Dios nos informe el por qué nos creó a nosotros. Podemos darnos cuenta que Dios creó un universo con el conjunto correcto de leyes físicas sensibles a la vida para permitir nuestra existencia.
Él también nos ha proporcionado todo lo que gozamos, desde el aire que respiramos, las frutas que comemos y hasta la familia y amigos que tenemos. Dios nos ha proveído para satisfacer todas nuestras necesidades físicas, entonces ¿por qué no nos proveería cuando se tratase de necesidades existenciales y espirituales?
Como humanos que somos, queremos saber el propósito de la vida, qué sucede con nosotros luego de la muerte, cuál es la manera correcta de vivir, qué está bien y qué está mal, y queremos saber más acerca de nuestro Creador. Se nos hace bastante claro que Dios es central en nuestra existencia, y por lo tanto, tiene sentido que Él quiera comunicarse con nosotros y guiarnos.
Las preguntas que hoy nos surgen son: con tantas religiones diferentes y tantos libros religiosos, ¿cuál debemos seguir? Seguramente no todos están en lo cierto, ¿tal vez están todos equivocados?
Es fácil y cómodo rechazar todos los textos religiosos o decir que Dios no ha revelado nada y que todas las religiones están equivocadas. Bueno, esto podría ser en parte cierto, ya que hay muchas religiones que se contradicen y que fueron creadas por el hombre.
Sin embargo, no es razonable concluir que Dios no ha revelado nada en absoluto, ya que tenemos buenas razones para creer que Dios nos enviaría una guía. Sería mejor el mantener una mente abierta y buscar evidencia, o analizar los libros de las diferentes religiones antes de emitir un juicio. Muchos pueden resultar ser falsos, pero puede que haya uno que pase la prueba.
Este breve texto tiene como objetivo mostrar cómo, al basarnos en criterios racionales y objetivos, se deduce que el Corán es la palabra de Dios. Ahora, esto no significa que el Corán es la única revelación que Dios ha hecho a la humanidad. El islam enseña que Dios ha estado revelando la guía y Su palabra a mensajeros a través del tiempo, y que el Corán es simplemente la última revelación final.
Prueba el mensaje
Cualquier persona racional estaría de acuerdo en que, para evaluar si un libro en particular ha sido revelado por Dios, tiene que pasar algún tipo de prueba. Sin una verificación real, cualquier libro puede presentar la afirmación de que fue revelado por Dios. Para que la prueba sea tomada seriamente, tiene que estar basada en un criterio racional que sea objetivo. Esto significa que los medios que usamos para decidir si un libro proviene de Dios o no, deben ser aplicables a cualquier libro religioso. El criterio no puede simplemente estar basado en sentimientos o emociones, intuiciones o experiencias personales e individuales, sino que debe ser algo que pueda ser aplicado por todos y en cualquier lugar y tiempo.
Este criterio debe incluir los siguientes parámetros:
- El concepto de Dios debe ser claro, coherente y racional. Un Dios que es mostrado imperfecto, cual ser humano, es ilógico y no satisface el corazón y la mente racional. El mensaje acerca de nuestra relación con Dios, también debe ser claro y congruente. No tendría sentido un libro que proceda de Dios y que llame a la adoración y a la devoción de otro que no sea Dios.
- Debe ser consistente, tanto internamente como en lo externo: si un libro dice en la página 20 que el dar caridad es algo bueno y luego en la página 340 dice que dar caridad es algo malo, entonces sería internamente inconsistente. Además, si el libro afirma que la luna está hecha de queso, entonces tendría una incongruencia externa. Un libro que sea de Dios no puede tener este tipo de inconsistencias.
- Debe tener señales que demuestren que proviene de Dios. Es decir, que la revelación debe contener aspectos sobrenaturales que indiquen que proviene del Creador.
Aplicaremos estos criterios al Corán, los cuales nos ayudarán a concluir que es una revelación genuina de Dios.
- El Concepto de Dios en el Corán
Si un libro dice que Dios es un gran ser humano en el cielo con una larga barba blanca, puedes asumir con seguridad que ese libro no proviene de Dios. Esto es porque la razón nos lleva inevitablemente a concluir que Dios debe ser, en primer lugar, externo al universo e independiente. Un ser humano, sin importar su apariencia, es un ser dependiente. Esto es porque tiene cualidades físicas limitadas, como el tamaño, la forma y el color. Todas las cosas con cualidades físicas cuantificables y determinadas son dependientes porque hubo factores externos que dieron lugar a sus limitaciones. Dios no es “físico” y debe ser independiente, ya que Él creó el universo. Por lo tanto, nada con cualidades físicas limitadas puede ser Dios. Dios es el creador de todo, por lo que lógicamente debe ser diferente y distinto de la creación. Dios no es como la creación y tampoco puede estar dentro de la creación.
La visión del Corán sobre Dios es intuitiva, racional, muy lógica y coherente.
Los siguientes versículos forman uno de los pasajes más recitados de todo el Corán, en donde Dios se nos presenta:
“Di: Él es Dios, uno. Dios es el Absoluto y Eterno. No engendró ni ha sido engendrado. Y no hay nada ni nadie que sea semejante a Él”. El Corán, capítulo 112, versículos 1-4.
Este pasaje fue revelado como una respuesta de parte del profeta Muhammad -la paz sea con él- cuando fue preguntado acerca de la naturaleza de Dios. En una simple lectura inicial, obtienes una comprensión clara de lo que se dice y concluyes que esta idea de Dios tiene mucho sentido.
Dios es Uno: No puedes tener dos poderes ilimitados coexistiendo, a menos que uno de ellos limite su poder… Dios, por definición, no es limitado, nada externo le impone restricciones, por lo tanto, Él es único. Dios también es la única deidad digna de adoración y devoción.
Dios es único y Su unicidad no podría ser alterada de ninguna manera, lo que significa que no se divide en partes. Aunque otras religiones también dicen que Dios es uno, lo que hace al islam único es que solo Dios es digno de adoración. Mientras otras religiones pueden afirmar que creen solo en Dios, ellos no se comprometen a adorar únicamente a Dios. El Corán deja muy en claro que solo Dios debe ser a quien se adora y suplica.
Dios es Absoluto y Eterno: Dios no ha sido creado; si Dios fuese creado requeriría un creador. Una cosa que requiere un creador no puede ser obviamente Dios. Dios es el único creador, sustentador y dueño de todo lo que existe. Nada sucede sin su permiso. Dios es el único que puede satisfacer todas nuestras necesidades y, por lo tanto, Él es el único del que dependemos por completo.
Reflexionar y entender verdaderamente la unicidad de Dios, debe cambiar completamente la manera en que entendemos la realidad y cómo funcionamos en la vida.
Esta comprensión es suficiente para eliminar todo el estrés y la preocupación de nuestras vidas, ya que no caeremos en el engaño de pensar que las cosas que nos rodean, o incluso nosotros mismos, tienen un poder intrínseco propio. Una vez que comprendemos la verdad divina de que todo poder proviene exclusivamente de Dios, que solo Él es quien está realmente a cargo del universo y que Él es el único que puede socorrernos, entonces ya no habrá ningún miedo ni preocupación. Nos daremos cuenta de que estamos bajo el cuidado del Mejor de los protectores, siendo que reconocemos que nuestro Creador y único Sustentador es Dios.
Nadie ni nada se asemeja a Él: Dios es el Creador, y por ende, no se parece a la creación en ninguna manera. Cuando alguien crea algo no se convierte en esa cosa. Cuando un carpintero crea una silla, él no es una silla, tampoco se asemeja a una silla. Por mayor razón, Dios no se asemeja a nada del universo al crearlo. La creación es distinta y separada del Creador; en ella nadie posee el poder, el cuidado, el amor, la gloria, la majestad y la sabiduría de Dios. Los humanos tenemos buenas cualidades pero son muy limitadas y deficientes; los atributos de Dios son perfectos y sin límites.
- Consistencia interna y externa
El mismo Corán sostiene que un criterio clave para que un libro sea considerado de Dios es que no debe tener discrepancia alguna.
“¿Acaso no reflexionan en el Corán y sus significados? Si no procediera de Dios encontrarían en él numerosas contradicciones”. El Corán, Capítulo 4, versículo 82.
Invitamos a toda persona a leer el Corán por sí misma y que reflexione sobre sus versículos; y como estímulo de ello, quisiéramos resaltar la naturaleza eterna de este Libro y mencionar que usa un lenguaje que puede ser apreciado y entendido por cualquier persona y de cualquier época. A pesar de que fue revelado en el siglo VII, tiene la capacidad de abordar varios niveles intelectuales y en diferentes momentos de la historia, mientras describe los fenómenos naturales y alienta al lector a reflexionar sobre el mundo material.
La forma en la que el Corán logra eso, es mediante el uso de palabras que abarcan un amplio rango de significados y que bien pueden ser usadas para describir y señalar el mundo natural. Estos vocablos pueden relacionarse a comprensiones amplias pasadas y presentes del mundo natural, así como evocar ideas espirituales y morales. Esto no quiere decir que el Corán estará de acuerdo con cada una de las teorías científicas que explican los fenómenos naturales, pero sí tiene la capacidad de interactuar con varios públicos, ya sean del siglo VII o el siglo XXI y seguir presentado argumentos válidos.
Estas características literarias, con seguridad, deberían hacernos pensar en quién fue el autor de este libro. Un texto divino debe tener la capacidad de hablar a la humanidad durante cualquier época. No puede solamente tener sentido durante un periodo específico de tiempo, de ser así, sería una discrepancia esencial.
Aun cuando el Corán describe muchos aspectos del mundo natural y del universo, estando mayormente en acuerdo con nuestro entendimiento contemporáneo del mismo, no es un libro de ciencia. Por otro lado, es cierto que han habido conflictos entre esta Revelación y las conclusiones científicas, sin embargo, la historia nos ha mostrado que la ciencia es cambiante y siempre revisa sus conclusiones. Creer en esta cualidad del Corán no nos convierte en personas anticientíficas. Es una realidad. Imaginemos cuán poco progreso habría si los científicos no pudieran cuestionar conclusiones pasadas; ¡Simplemente no habría ninguno!
La ciencia no es una colección de verdades absolutas, y nunca tuvo la intención de serlo. Hasta los años 50, todos los físicos -incluido Albert Einstein- creían que el universo era eterno; todos los datos recopilados hasta entonces respaldaban eso. Esta creencia entró en conflicto con el Corán, ya que este libro afirma explícitamente que el universo tuvo un comienzo. No obstante, nuevas observaciones obligaron a los físicos abandonaran el modelo del estado estacionario del universo y lo reemplazó el modelo creacionista del Big Bang. En ese momento la ciencia se alineó con el Corán.
Lo mismo sucedió con una mención coránica acerca del Sol. Un pasaje del Corán señala que el Sol navega en una órbita y los astrónomos no estuvieron de acuerdo con eso, argumentando que este cuerpo celeste era estacionario. Esta fue, posiblemente, la contradicción más directa entre las observaciones científicas y el Corán. Después de lograr varios descubrimientos gracias a datos obtenidos por el telescopio Hubble, los astrónomos revisaron sus conclusiones y descubrieron que el Sol estaba orbitando alrededor del centro de la Vía Láctea.
El Corán puede contener declaraciones que parecieran contradecir algunas teorías científicas, pero no hay nada en sus significados que sea imposible reconciliar con la razón o diametralmente opuesto a la ciencia.
El Corán no entra en detalles sobre los fenómenos naturales. La mayoría de las cosas a las que se refiere se pueden entender y verificar a simple vista. El objetivo principal de los versículos que apuntan hacia el mundo natural es resaltar el poder y la sabiduría metafísica de Dios en lugar de dilucidar los detalles científicos que pueden cambiar con el tiempo. El Corán es un libro de signos divinos, no de ciencia. El hecho de que los fenómenos naturales tengan un poder y una sabiduría detrás de ellos es una realidad eterna.
Desde esta perspectiva, probablemente continuará habiendo algún tipo de conflicto entre en Corán y ciertas conclusiones científicas, ya que son dos tipos de conocimiento completamente diferentes. Un versículo coránico que no esté en línea con la ciencia actual, puede encuadrar con ésta en el futuro; y viceversa, un versículo que esté en línea con la ciencia de hoy puede entrar en desacuerdo con la misma más adelante. Pero ninguno de estos casos es de gran relevancia, ya que el mensaje central de los versos coránicos es atemporal para el lector.
He aquí hay algunos ejemplos de ello que demuestran cuán expansivo es el Corán.
Los planetas orbitan
“Él es Quien creó la noche y el día, el Sol y la Luna. Cada uno recorre su órbita”. El Corán, capítulo 21, versículo 33.
Al momento de la revelación del Corán, la palabra árabe usada en el versículo describe con claridad que el Sol y la Luna están en constante movimiento. Se usa el vocablo ‘iasbajuna’, que significa nadar o flotar, y ésta ya habría tenido sentido para los árabes del desierto del siglo VII porque podían observar a los planetas a simple vista. Pero ese verbo también tiene mucho sentido para nosotros en pleno siglo XXI, ya que se puede relacionar con los hallazgos científicos sobre la mecánica de los cuerpos celestes: que estos se desplazan en órbitas en el espacio.
Independientemente del significado que podamos atribuir a los fenómenos astronómicos que observamos, el versículo -en su forma más básica- alenta a la reflexión sobre el poder, la sabiduría y el conocimiento detrás de eso. Ya sea que uno adopte una comprensión primitiva o moderna del versículo, el objetivo del mismo en ambos casos sigue estando presente.
El embrión humano
“Luego transformamos la gota de esperma en un coágulo adherente”. El Corán, capítulo 23, versículo 14.
El Corán usa la palabra árabe ‘alaqah’ para describir una etapa del desarrollo embrionario del ser humano. Esta palabra puede significar una sustancia adherente, una sanguijuela, un gusano, o un coágulo de sangre en un sentido general. Los antiguos médicos griegos y los antiguos hebreos anteriores a la revelación del Corán también describieron al embrión como una sustancia adherente y un coágulo de sangre. Desde esta perspectiva, coincide con la visión científica predominante de la época.
Curiosamente, esta descripción está perfectamente en línea con nuestra comprensión más moderna dentro de la embriología. Cómo se detalla y define la primera etapa del embrión en desarrollo coincide con la apariencia interna y externa de la sanguijuela. Es notable que en el siglo VII los doctores no hubieran sabido que el embrión humano tenía la apariencia “de sanguijuela”, ya que esta forma muy particular del embrión no puede ser observada sino con microscopio.
¿Es mera coincidencia que esta descripción del embrión humano sean tan precisa, o es una señal de que la fuente de ese conocimiento fue Dios?
Cuando miramos esto desde una dimensión espiritual y meditativa, la expresión “coágulo de sangre” no se trata meramente de describir una etapa del desarrollo uterino humano. La idea de que alguna vez fuimos cual pequeño coágulo, debería evocar humildad y asombro en nosotros.
Tal vez, lo que debemos preguntarnos y llegar a una conclusión útil es: ¿Quién facilitó las causas físicas y fisiológicas para garantizar nuestro desarrollo a partir de dicha substancia?
¿Cómo podría ser yo un humano arrogante cuando alguna vez fui tan solo un coágulo adherido a un útero que dependía de un sinnúmero de variables para garantizar que me transformase más tarde en una persona completa?
En el Corán existen muchos más pasajes que motivan a la reflexión, por lo que invitamos al lector a indagar por sí mismo en ellos. El Sagrado Corán es un libro que fomenta la contemplación y el pensamiento profundo de las cosas.
Mucha de la información que nos presenta la lectura coránica con respecto a la naturaleza, se transmite en varios niveles de entendimiento, abarcando una variada gama de significados. El Corán tiene una cualidad intemporal que aborda diversos públicos, ya sean del siglo VII o del XXI, y que aun así, sigue poseyendo una dialéctica válida.
- Signos de que proviene de Dios
Es posible que, aún llegado a este punto de la lectura, el lector considere que no es suficiente que el Corán posea una visión racional y lógica de Dios y que sea consistente interna y externamente, para que sea considerado divino de manera concluyente.
En esta última sección se exponen algunas razones del por qué el Corán tiene que ser de Dios.
Significados muy profundos
El Corán es un texto único. Es un océano de profundidad en cuanto a significado se refiere. Sus versículos descriptivos y vívidos te llevan a un mundo diferente. Cada versículo, en una lectura inicial ofrece lecciones, mientras que una reflexión profunda sobre los mismos, nos abre a un tesoro de sabiduría y perspicacia.
Su expresión lingüística, con marcada voz de autoridad y un estilo muy suigéneris, obligan al lector a reconocer sus orígenes divinos. Escucharlo recitado en árabe tiene un profundo efecto reconfortante en el oyente, quien no puede evitar sentirse conmovido por su belleza y ritmo.
El célebre arabista Arthur J. Arberry recordó en una ocasión cómo fue que el Corán lo acompañó durante un momento difícil en su vida, y cómo pasó la recitación del Corán a ser tan placentera y habitual como escuchar el latido de su propio corazón.
Sin duda alguna, escuchar el Corán en árabe -su lengua original- tiene un profundo impacto.
Ahora veremos un poco de la profundidad que tiene el mensaje coránico y la amplitud de sus significados; también, cómo reflexionar sobre algunos de sus versículos, cuyo impacto podría cambiarnos la vida, lo cual sería un resultado no menos que un milagro.
¿Quiénes somos?…
“¿Acaso no hubo un lapso de tiempo en el cual el ser humano no existía y ni siquiera era mencionado?”. El Corán, capítulo 76, versículo 1.
Una de las mayores barreras entre nosotros y Dios es la arrogancia… esa idea de que el mundo entero gira alrededor de uno, de que somos completamente independientes, invencibles e imparables. Nos miramos a diario en el espejo casi convencidos de que ese “yo” que se mira ha sido así siempre… evocamos un tipo de auto adoración, el cual impulsa el mundo que vivimos hoy en día, y sin embargo, ese sensación no podría estar más lejos de la verdad.
En el Corán, Dios nos recuerda constantemente nuestros humildes orígenes y nuestra muerte inevitable. De dónde venimos y hacia dónde vamos. Si reflexionáramos honestamente acerca de nuestros orígen, eso nos dejaría en un estado de absoluta humildad, vaciando el corazón de su caos y dejando un espacio para la orientación.
En el versículo anterior, Dios nos lleva de vuelta a dónde venimos: “¿Acaso no hubo un lapso de tiempo en el cual el ser humano no existía y ni siquiera era mencionado?” Sabemos la respuesta.
Sin lugar a duda existió un tiempo durante el cual no éramos ni siquiera una mención. Éramos inexistentes, al menos desde una perspectiva física, palpable. Eso debería hacernos preguntar: ¿quién nos trajo a la vida consciente? Y si nos hacemos esta pregunta, concluiremos racional e intuitivamente que la respuesta es Dios.
¿Cuál es mi propósito?
“Y no he creado a los genios y a los seres humanos sino para que Me adoren”. El Corán, capítulo 51, versículo 56.
En algún punto de nuestras vidas todos nos hacemos preguntas relacionadas a nuestro propósito de existencia. Preguntas como ¿quién soy? ¿por qué soy yo? ¿qué me pasará cuando muera? Siendo a veces se puede ignorar estas preguntas, pero sólo hasta que vuelvan a surgir más tarde.
Para otros, estas preguntas se pueden volver tan problemáticas y persistentes que encontrar su respuesta se convierte en la búsqueda definitiva de la vida.
Si pensamos profundamente, podremos concluir que la respuesta no puede venir de nosotros mismo, ya que no nos creamos a nosotros mismos… únicamente el que nos creó, y creó el universo y nos dio existencia, vida y razón, Él puede decirnos cual es el propósito que nos dio.
En el versículo anterior, Dios nos informa que no nos creó por ningún otro motivo excepto para que lo adoremos. Es una aclaración de que fuimos creados para un propósito muy específico, bien definido, que elimina la mala noción intuitiva de algunos que dicen no tener propósito alguno en su vida, insinuando que somos producto de un accidente.
Es importante también indagar un poco más en el significado de la palabra adorar en el Sagrado Corán, ya que es diferente a lo que muchos entienden como adoración.
Normalmente, cuando pensamos en la adoración pensamos en rituales. Pero cuando Dios nos habla en Su Libro y nos comunica de que nos creó para Su adoración exclusiva, se refiere a eso en todo aspecto y dimensión de nuestras vidas. Explicado en otras palabras: que nuestro propósito es de que tratemos de hacer todo en nuestras vidas de una manera que le complazca a Él, evitando todo lo que le disguste, puesto que eso nos aleja de Su amor divino.
Desde esta perspectiva, todo lo bueno que hacemos podría convertirse en una forma de adoración, y este entendimiento existencial del ser humano lo eleva en estatus. No le deja la oportunidad de sentirse perdido en la vida ni confundido en cuanto a quién es y por qué es lo que es.
Sencillo y hermoso: somos una creación de Dios, creados para adorarlo, además, tal como lo afirma el Corán, también nos se nos honró con la responsabilidad de cuidar este planeta y todo lo que éste contiene.
Este pequeño versículo no sólo nos informa de nuestro propósito, sino que nos pone en una pedestal alto, empoderándonos para aprovechar al máximo esta vida.
¿Qué hay después de esta vida?
“Pero en cambio, quienes hayan creído y obrado rectamente serán los moradores del Paraíso donde vivirán eternamente”. El Corán, capítulo 2, versículo 82.
Todos esperamos con ansias nuestras vacaciones, unas playas, palmeras, cielos bien azules y océanos claros. Después de un arduo trabajo, queremos un descanso, ir a un lugar donde podamos relajarnos y descansar. Por eso, las agencias de turismo están constantemente bombardeándonos con imágenes de destinos vacacionales, puesto que saben que esas imágenes desencadenan algo muy profundo en nosotros: el deseo de escapar a un destino hermoso y placentero.
Bueno, eso es parte de nuestra naturaleza. Pero el problema con visitar lugares tan bellos y especiales es que no dura…
Sabemos muy bien que cada vacación mundanal que podamos tomar llegará a su fin. Sin embargo, Dios ha preparado el más hermoso destino para aquellos de nosotros que crean y hagan el bien: ¡El Paraíso eterno!
Una vez que entremos allí, nunca tendremos que salir y la permanencia no tendrá fin.
La palabra árabe para designar al Paraíso en el Corán es ‘yannah’. Esta palabra literalmente significa jardín/jardines. Dios describe este hermoso lugar como jardines por cuyo suelo fluyen los ríos. Es un lugar de belleza inimaginable donde nunca sentiremos ni siquiera aburrimiento, donde no existen los problemas, solo paz, tranquilidad y dicha.
Cuando alguien tiene un destino tan hermoso que le espera, ¿cómo puede no estar emocionado?, ¿cómo no trabajar duro en esta vida con un claro objetivo en mente?
Ahora, en contraste a eso, toma la visión de quienes niegan la vida después de la muerte. Te llevará a la fría conclusión de que terminarás en un agujero oscuro y que has trabajado duro toda tu vida, luchando y haciendo sacrificios, para terminar como comida para los gusanos bajo tierra…
¿Cuál fin prefieres elegir? ¿Cuál de las dos opciones reconoces que puede ser verdad?
Este versículo del Corán no sólo nos da un objetivo claro para la vida, sino que nos muestra el premio del esfuerzo y nos lo pone al alcance de la vista. Todo lo que debemos hacer es simplemente trabajar para llegar allí.
Son estas verdades divinas las que han dado y continúan dando un impacto positivo a la vida de muchas personas; están llenas de sabiduría práctica para dar un rumbo cierto a la vida… ¡y están escritas de manera que nos hacen olvidar que el texto tiene más de 1400 años de antigüedad!
Seguramente, un libro que continúa floreciendo en esplendor con el paso del tiempo y proporcionando soluciones para cada época en que se encuentre la humanidad, no puede ser de otro que de Dios.
Solo hemos rozado la superficie de un mínimo de versículos del Corán, pero cuanto más lo leemos y meditamos sobre él, más sabiduría se nos revela. Así Dios dice:
“Este libro que te revelo [¡oh, Muhammad!] encierra grandes bendiciones, para que mediten sobre sus signos y reflexiones los dotados de intelecto”. El Corán, capítulo 38, versículo 29.
El milagro lingüístico del Corán
El Corán fue revelado en Arabia al profeta Muhammad -la paz sea con él- en el siglo VII. Este periodo era conocido como una era de perfección literaria y lingüística. Los árabes del siglo VII fueron criados y formados socialmente para ser un pueblo sobresaliente en su expresión en lengua materna. Celebraban grandemente cuando un poeta se levantaba entre ellos. El cultivo de las habilidades poéticas y el dominio lingüístico lo era todo para ellos. Era su oxígeno y sangre vital; no podrían vivir o funcionar sin la perfección de sus habilidades idiomáticas.
Sin embargo, cuando se les recitó el Noble Corán, perdieron el aliento ante su magnificencia y quedaron estupefactos, atónitos por el silencio que guardaron sus más grandes expertos del idioma, quienes no pudieron producir nada similar al discurso del Corán.
Luego un versículo fue revelado:
“Y si dudan de lo que le he descendido a Mi siervo, traigan un capítulo similar [a los del Corán]”. El Corán, capítulo 2, versículo 23.
Este versículo presenta el desafío de producir un capítulo como los del Corán, y llama audazmente a los expertos de la lengua árabe -de cualquier época- a imitar las características lingüísticas y literarias del Corán.
Las herramientas necesarias para enfrentar este desafío son las reglas gramaticales -que son finitas-, los recursos literarios y lingüísticos, y las veintiocho letras que comprenden el idioma árabe. Estas son medidas independientes y objetivas disponibles para todos.
El hecho de que el texto coránico no haya sido igualado desde que se reveló por primera vez, no sorprende a la mayoría de los estudiosos familiarizados con el idioma árabe y el Corán… ellos conocen bien lo irreproducible que es este texto y que nadie lo ha logrado igualar.
Un robusto argumento que respalda la afirmación de que los árabes del siglo VII nunca pudieron imitar el Corán, está estrechamente relacionado con las circunstancias sociopolíticas de la época. Este argumento toma en consideración que uno de los temas centrales del mensaje coránico es la condena contra las prácticas inmorales, injustas y malvadas que tenían las tribus árabes de la Meca de aquella época. Esas prácticas incluían el politeísmo, la objetivación de la mujer, el comercio injusto, la esclavitud, el acaparamiento de la riqueza, el infanticidio y el rechazo por el cuidado de los huérfanos.
El liderazgo de la Meca estaba siendo desafiado por la exhortación que traía el Corán y eso tenía el potencial de socavar su supremacía y éxito económico. No obstante, para que el islam dejara de difundirse, todo lo que se necesitaba era que los adversarios del Profeta enfrentaran el desafío lingüístico y literario del Corán.
El hecho de que el islam triunfó en sus primeros y frágiles días en la Meca, da testimonio de que su audiencia principal no pudo enfrentar el desafío de la Revelación. Ningún movimiento puede llegar a tener éxito si su premisa fundamental se prueba que es falsa. El hecho de que los líderes de la Meca tuvieron que recurrir a campañas extremas, como la tortura de los fieles y declarar la guerra, para tratar de extinguir el islam, demuestra que el método fácil de refutar la profecía de Muhammad, que era enfrentar el desafío de producir capítulos similares a los del Corán, fracasó.
Navid Kermani, un experto en estudios islámicos, explica este punto:
«Obviamente, el Profeta tuvo éxito en este conflicto con los poetas, de lo contrario el islam no se habría extendido como un incendio forestal».
Es bien sabido por los eruditos del idioma que los individuos mejor posicionados para enfrentar el desafío del Corán fueron los árabes del siglo VII. Su fracaso demuestra que si las personas más idóneas no pudieron enfrentar el desafío, la posibilidad de que cualquiera lo haga en esta época es aún mucho más remota. Cuando se comprende esta realidad, se convierte en uno de los argumentos más fuertes que respaldan el origen divino del Corán.
Reflexiona y pregunta
Si un libro realmente proviene de Dios, entonces reflexionar sobre sus versículos y meditar sobre sus significados nos debe conducir a darnos cuenta con bastante claridad si fue escrito por el hombre o es genuinamente de orígen divino.
El Corán es como un espejo, el estado de tu corazón se refleja en él cuando lees sus versos.
“¿Acaso no meditan en el Corán, o es que sus corazones están cerrados con cerrojos?” El Corán, capítulo 47, versículo 24.
El Corán es el libro más influyente del mundo. La forma en que afecta la vida cotidiana de miles de millones de personas no tiene precedentes. Solo un libro de Dios puede provocar un impacto que sea tan duradero y significativo en la psique humana.
Dios es el creador de los seres humanos y sabe muy bien lo que los motiva y los mueve a actuar; aún en el gran esquema de las cosas, todo lo que se diga o escriba sobre el Corán siempre quedará corto en cuanto a la descripción y exploración de sus majestuosas palabras y sus elevados significados.
“Diles: Si los mares fueran tinta para escribir las Palabras de mi Señor, se agotaría el agua de los mares antes de que se agotaran las Palabras de mi Señor, aunque se trajeran otros mares de tinta [equivalentes a los que existen]”. El Corán, capítulo 18, versículo 109.
En última instancia, para saber si un libro realmente es de Dios, se debe preguntar al Creador mismo. Toda persona puede orar en cualquier momento, y si realmente quiere saber si el Corán es de Dios, simplemente debe preguntárselo. Dios nunca rechazará la súplica de alguien que quiera acercarse a Él:
“Y si Mis siervos te preguntan por Mí [¡oh, Muhammad!, diles] que estoy cerca de ellos. Respondo la súplica de quien Me invoca. [Entonces] que me obedezcan y crean en Mí, que así se encaminarán.” El Corán, Capítulo 2, Versículo 186.
El Corán es, sin lugar a dudas, el testimonio de Dios sobre nosotros.
Busca una copia del Corán en tu idioma, reflexiona, recapacita e invoca la guía. Encontrarás a un Dios amoroso, indulgente y misericordioso, que da la guía a quien la busca sinceramente.