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Entender e interiorizar los nombres que posee Dios debería crear en nosotros una pasión inmensa por conectarse con Él. Cuando llegas a conocer a Quien te creó, es inevitable adorarle con devoción. Dios es la fuente de toda bondad y de ahí por qué adorarle es el bien más grande.
“Diles: Ya sea que Lo invoquen diciendo: ¡Oh, Dios!, u ¡Oh, Compasivo!,
o con cualquier otro de Sus nombres, Él los oirá. Sepan que Él posee los nombres [y atributos] más sublimes. Cuando realicen una oración moderen su voz en la recitación, no la hagan con voz muy alta ni tampoco en silencio; y di: ¡Alabado sea Dios! Él no tiene ningún hijo ni tiene asociado alguno en Su soberanía, ni necesita de ningún intermediario. ¡Glorifica a Dios proclamando Su grandeza!”
(El Corán, capítulo 17, versículos 110-111).
De hecho, el verdadero propósito de nuestra vida es establecer una relación con Dios. Una relación de amor, agradecimiento y sumisión; y todos estos conceptos están cubiertos por la práctica de adoración que nos enseñó el Profeta Muhammad -que la paz sea con él.
¿Qué sigue después?
¿Por qué adorar a Dios?
¿Acaso no estás impresionado de Él?
Cuando vemos increíbles demostraciones de habilidad de alguno de nuestros héroes deportivos, cuando observamos grandes hazañas de coraje o cuando escuchamos un buen discurso motivador, nos vemos obligados a elogiar lo que hemos presenciado. Nos paramos, aplaudimos, podríamos dar una ovación. Estamos conmovidos, inspirados, motivados, eufóricos y admirados por lo que hemos experimentado. Nunca olvidamos esos momentos en nuestras vidas. Solo piensa en la última vez que experimentaste un momento parecido y cómo la reacción natural de elogiar fue una reacción justa y necesaria.
Ahora pongamos nuestra atención al universo; vivimos en un lugar increíble. Tenemos esperanzas, amamos, buscamos justicia y creemos en el valor único de la vida humana. Razonamos, sentimos, reflexionamos y descubrimos. Vivimos en un vasto universo con miles de millones de estrellas, galaxias y planetas. Este universo contiene seres conscientes que tienen una fuente única de conciencia. Tenemos una mente inmaterial que interactúa con el mundo físico. El universo tiene leyes y una disposición precisa que, de ser diferentes, habrían evitado el surgimiento de las formas de vida consciente. Sentimos, en el fondo, lo incorrecto del mal y lo correcto del bien.
En nuestro universo, tenemos animales e insectos, como la hormiga que puede cargar su propio peso corporal muchas veces y semillas que pueden germinar por el calor del fuego. Vivimos en un planeta con miles de dialectos y millones de especies. Vivimos en un mundo donde la mente humana puede inventar armas que pueden eliminar la Tierra y al mismo tiempo producir ideas para evitar que esas armas se disparen. Vivimos en un universo donde si uno de sus innumerables átomos se divide, puede liberar una inmensa cantidad de energía. Vivimos en un planeta que, si los corazones están unidos, pueden traer paz al mundo.
Sin embargo, hay quienes creen que no necesariamente estamos obligados a adorarle a Dios… a Quien creó todo este universo y todo lo que hay en él, ni a darle una merecida ovación o aplauso. Quiero decir: ponernos de pie, glorificarlo y alabarlo como es debido. [i]
¿Acaso no podemos dar gracias al Creador por cada momento, cada situación e interacción que experimentamos?
Al parecer estamos perdidos, hemos sido engañados y hemos olvidado a nuestro Dios que nos ha creado.
Por eso Él nos dice:
“¡Oh, seres humanos! ¿Qué fue lo que los engañó para que se
apartaran de su Señor, el Generoso?”
(El Corán, capítulo 82, versículo 6)
Dios es verdaderamente sublime, es el más grande. Él es digno de nuestro amor, obediencia y actos de adoración. Si aún no has comprendido por qué, aquí hay tres razones clave para ello:
El derecho de Dios a ser adorado es un hecho necesario de Su propia existencia
El mejor punto para comenzar es cuando entendemos quién es Dios.
Dios, por definición, es El que tiene derecho a nuestra sincera adoración, y eso es un hecho necesario de Su propia existencia. El Corán enfatiza repetidamente este concepto:
“Yo soy Aláh (Dios), y no hay más divinidad que Yo. Adórame solo a Mí y haz la oración para recordarme”.
(El Corán, capítulo 20, versículo 14)
Dado que Dios, por definición, es el único Ser cuyo derecho es nuestra adoración, entonces todos nuestros actos de adoración deben dirigirse solo a Él.
Dios es uno, indivisible y sin asociados. En la tradición islámica, somos conscientes de que Él es perfecto, y tan perfecto como solo Él puede serlo. Posee todos los nombres y atributos más sublimes, de la más alta perfección posible. A manera de ejemplo, Dios es descrito en el Corán como “el Amoroso”, eso significa que Su amor es el amor más perfecto, y Su amor es el amor del más alto grado posible. Por estos nombres y atributos que posee Dios es que Él debe ser adorado.
Siempre elogiamos a las personas por su amabilidad, conocimiento y sabiduría. Sin embargo, la bondad, el conocimiento y la sabiduría de Dios lo son en el mayor grado existente, sin deficiencias ni defectos. Por lo tanto, Él es digno de la forma más extensa de alabanza. Alabar a Dios es una forma de adoración.
Dios también es el único que tiene derecho a nuestras súplicas y oraciones. Él sabe mejor lo que es bueno para nosotros y también lo desea para nosotros. Se debe rezar a un Ser con estos atributos y pedirle Su ayuda. Dios es digno de nuestra adoración porque hay algo acerca de Dios que lo hace así. Él es el Ser con los nombres y atributos más perfectos.
Un punto importante respecto a adorar a Dios, es que es Su derecho exclusivo, aún si no fuésemos receptores de ningún tipo de confort por Su parte. Si viviésemos una vida llena de sufrimiento, aun así, Dios merecería ser adorado. Adorar a Dios no depende de algún tipo de relación recíproca; simplemente Él nos da vida, y lo adoramos a cambio.
No se malinterprete este concepto con que no gozamos de gracias divinas, puesto que Dios nos colma de muchas bendiciones -como se menciona a continuación- sin embargo, se trata de adorado por quién Él es y no necesariamente por cómo decide otorgar Sus gracias, ya que siempre van en acuerdo a Su infinita sabiduría y suprema generosidad.
Dios ha creado y sustenta todo
Dios ha creado todo cuanto existe. Continuamente sustenta el cosmos entero y nos provee de Su generosidad. El Corán repite varias veces esta realidad y lo hace de muchas maneras. Eso evoca un sentido de gratitud y asombro en el corazón del oyente o lector de Sus palabras:
“Él es Quien creó para ustedes todo cuanto hay en la Tierra”.
(El Corán, capítulo 2, versículo 29)
“¿Acaso adoran a quienes no pueden crear nada, sino por el contrario,
ellos mismos fueron creados?”
(El Corán, capítulo 7, versículo 191)
“¡Oh, gente! Recuerden las bendiciones que Dios les ha concedido. ¿Acaso hay otro Creador además de Dios que los sustente de lo que hay en el cielo y en la Tierra? No hay nada ni nadie con derecho a ser adorado salvo Dios. ¿Por qué entonces se desvían?”
(El Corán, capítulo 35, versículo 3)
Todo lo que usamos en nuestra vida diaria, todas las cosas esenciales que necesitamos para sobrevivir, provienen de Dios. De ello se deduce que el agradecimiento absoluto debe en última instancia llegar a Él ya que es Dios quien creó todo lo que existe, Él es el Dueño y Amo de ello, e incluso de nosotros mismo. Por tanto, a Él le pertenecen todas nuestras gracias. Es por eso que debemos sentir un asombro único y mucha gratitud hacia Él; y dado el hecho de que Dios es nuestro Señor y Amo, debemos ser sus siervos devotos. Negar estas afirmaciones no sería solo rechazar la realidad, sino que es el colmo de la ingratitud, arrogancia y desagradecimiento.
Dios nos creó y nuestra propia existencia depende únicamente de Él:
“¿Cómo osan no creer en Dios siendo que no existían y Él les dio
la vida, luego los hará morir y finalmente los resucitará? A Él
serán retornados [para que los juzgue el Día del Juicio Final]”
(El Corán, capítulo 2, versículo 28)
No somos autosuficientes, incluso si alguno de nosotros está engañado pensando que lo es. Sea que vivamos una vida de lujo y tranquilidad, o pobreza y dificultades, dependemos en última instancia de Dios. Nada en este universo es posible sin Él y -pase lo que pase- todo se debe a Su voluntad.
Nuestro éxito en la vida y las grandes cosas que podamos haber logrado, se deben a Dios. Él creó las causas en el universo que usamos para lograr el éxito, y si Él no quisiera el éxito de alguien en particular, nunca sucedería. Comprender nuestra dependencia intrínseca de Dios debería evocar un inmenso sentido de gratitud y humildad en nuestros corazones. Humillarnos ante Dios y agradecerle es la forma correcta de adoración. Una de las mayores barreras para recibir la guía y la misericordia divinas es el engaño humano de la autosuficiencia, que en el fondo del asunto, está basado en el ego y la arrogancia. El Corán aclara este punto y dice:
“No obstante, el ser humano se excede cuando se cree autosuficiente”.
(El Corán, capítulo 96, versículos 6 y 7)
“Pero a quien sea avaro, crea que puede prescindir [de Dios] y desmienta los valores más sublimes, no le impediré transitar por el camino de la adversidad. ¿Y de qué le servirán sus bienes materiales cuando muera?”
(El Corán, capítulo 92, versículos 9-11)
Dios nos proporciona innumerables favores
“Él les ha dado todo cuanto Le han pedido. Si intentaran contar las bendiciones de Dios no podrían enumerarlas. En verdad que el ser humano es injusto y desagradecido”.
(El Corán, capítulo 14, versículo 34)
Deberíamos estar eternamente agradecidos con Dios porque nunca podríamos agradecerle por todas sus bendiciones. Consideremos el corazón, por ejemplo. Este órgano late alrededor de 100.000 veces al día, que son aproximadamente 35 millones de veces al año. Si viviéramos hasta los 75 años, el número de latidos llegaría a 2.625 millones. ¿Cuántos de nosotros podríamos contar esa cantidad de latidos…? Nadie, y nadie lo ha hecho nunca. Para poder contarlo, habríamos tenido que comenzar a contar cada latido desde el día en que nacimos. También significaría que no podríamos vivir una vida normal, ya que estaríamos contando siempre… cada vez que el corazón lata.
Pero a pesar de esa enorme cantidad de bombeo de sangre, cada latido es muy precioso para nosotros. Cualquiera sacrificaría una montaña de oro para asegurar que su corazón funcione adecuadamente y lo mantenga vivo. Sin embargo, olvidamos y negamos a Aquel que creó nuestros corazones y les permite funcionar. Este ejemplo nos obliga a concluir que debemos estar muy agradecidos con Dios y que la gratitud es una forma de adoración también.
Este ejemplo mencionado solo refiere a una sola gracia: los latidos del corazón, así que imaginemos la gratitud que debemos expresar por todas las otras incontables bendiciones que Dios nos da ininterrumpidamente. Desde esta perspectiva, cualquier cosa que no sea un latido es un regalo.
Dios nos ha dado tantos favores que no podemos enumerarlos, y aún si pudiéramos hacerlo, tendríamos que agradecerle por hacer eso también.
Para concluir, adorar apasionadamente a Dios y someter sosegadamente nuestra voluntad a la de Él, es cumplir el propósito de nuestra existencia misma.
¿Cómo sabemos que Dios existe?
El estado natural de las cosas
Imagina que una noche recibes una llamada de David, uno de tus viejos amigos de la escuela con el que solías sentarte durante las clases de ciencia. No has hablado con él en años, sin embargo, lo que te pasa por la mente son las extrañas preguntas que solía hacer. Aunque lo encontrabas agradable, no eras fanático de sus ideas. Después de un breve intercambio de saludos, te invita a almorzar con él. Aceptas a medias su invitación.
Durante el almuerzo, él te pregunta y dice: ¿Puedo decirte algo? Y cuando le respondes afirmativamente, él comienza a expresarte algo que no habías escuchado nunca antes… “Sabías que el pasado, como lo que hiciste ayer, o el año pasado, y demás sucesos, todo hacia atrás, hasta llegar a tu nacimiento, realmente no sucedió. Es solo una ilusión en tu cabeza… Tengo una pregunta para ti: ¿tú crees que el pasado existe?”.
Como persona cuerda que eres, no estás de acuerdo con esa afirmación y le respondes: “¿Qué evidencia tienes para demostrar que el pasado no existe?”
Ahora rebobina ese desenlace de la conversación e imagina que en lugar de preguntar eso, te pasaste todo el tiempo que duró el almuerzo tratando de demostrar que el pasado si fue algo que realmente existió.
¿Qué escenario prefieres?
La razón por que prefieres el primer escenario, es porque tú, como el resto de las personas sensatas, consideras la realidad del pasado como una verdad evidente, y al igual que con todas las demás verdades evidentes, si alguien las desafía, la carga de la prueba recaerá sobre él.
Ahora apliquemos eso a un diálogo teísta-ateísta.
Un teísta invita a cenar a su amigo ateo, y durante la cena el ateo afirma: “Sabes, Dios no existe. No hay evidencia de su existencia». El teísta responde con un aluvión de varios argumentos para corroborar la existencia de Dios. Sin embargo, ¿ha adoptado el teísta la estrategia correcta?
Antes de presentar un caso que afirme la existencia de Dios, ¿no deberíamos estar investigando primero por qué cuestionar la existencia de Dios? ¿Por qué se ha convertido esa la pregunta predeterminada que debemos asumir siempre?
La pregunta no debería ser «¿existe Dios?», sino: «¿qué razones tenemos para rechazar Su existencia?»
Que no se malinterprete este preámbulo, ya que que existen muchos buenos argumentos que respaldan fuertemente la creencia en Dios; pero el punto que estoy planteando aquí es que, si no hay evidencias que desacrediten la existencia de Dios, entonces la postura racional primordial es afirmar la creencia en Él. De lo contrario, sería equivalente a cuestionar la realidad del pasado sin una buena razón para hacerlo. Por eso, y bajo esta perspectiva, el ateísmo no es algo natural.
Verdades evidentes
Generalmente consideramos que muchas creencias son por sí mismas verdaderas. Esto significa que la fe en ellas puede describirse como natural o verdadera por base intuitiva. Algunas de ellas incluyen:
– La uniformidad de la naturaleza
– La ley de causalidad
– La realidad del pasado
– La validez de nuestro razonamiento
– La existencia de otros pensamientos
– La existencia de un mundo externo, fuera de nosotros mismos.
Cuando alguien cuestiona estas verdades, no aceptamos ciegamente sus conclusiones, y generalmente respondemos diciendo: «¿y qué evidencia tienes para rechazarlas?».
Esas verdades mencionadas son evidentes por sí mismas, ya que se caracterizan por ser:
Universales: No son un producto de una cultura específica, sino interculturales.
Intuitivas: No se basan en la transferencia de información. No se adquieren a través de una instrucción externa, fuera la introspección y sentido común. En otras palabras, no se adoptan por medio de la enseñanza o adquisición de conocimiento.
Naturales: Están dadas debido al funcionamiento natural de la psique humana.
Lógicas: Son de interpretación muy fácil y elemental.
Dios: una verdad evidente
Al igual que la creencia de que el pasado alguna vez fue el presente, la existencia de Dios también es una verdad evidente. Lo que se entiende por «Dios» aquí es el concepto básico de un creador, una causa o diseñador personal no humano. No se refiere a una concepción religiosa particular de una deidad o de Dios. La siguiente exposición explica por qué la creencia en esta idea básica de Dios es universal, intuitiva, natural y lógica.
Universal
La idea básica subyacente de un creador, o una causa sobrenatural para el universo, es intercultural. No depende de la cultura, sino que trasciende, como la creencia en la causalidad y la existencia de otros pensamientos. Por ejemplo, la idea de que otras personas tienen su pensamiento existe en todas las culturas, una creencia sostenida por la mayoría de las personas racionales. La existencia de Dios o una causa sobrenatural creadora, es una creencia universal y no el producto de una cultura específica. Se sostienen diferentes concepciones de Dios en varias culturas, pero esto no niega la idea básica de un creador o una causa personal no humana.
A pesar del número de ateos en el mundo, la creencia en Dios es universal. Una creencia universal no significa que cada persona en el planeta deba creer en ella. Un consenso intercultural es evidencia suficiente para corroborar la afirmación de que la gente cree universalmente en la existencia de Dios. Existe marcadamente muchos más teístas que ateos en el mundo, y ese ha sido el caso desde el comienzo de la historia registrada.
Intuitiva
Las verdades evidentes no necesitan ser enseñadas o aprendidas. Por ejemplo, para saber qué es el espagueti, necesito información sobre la cocina occidental y la cultura italiana. No puedo saber qué es el espagueti simplemente reflexionando sobre él.
En contraposición a ese ejemplo, no se necesita ninguna información, ya sea de origen cultural o educativo, para creer que existe un creador de las cosas. Esta puede ser la razón por la cual algunos sociólogos y antropólogos argumentan que, incluso si niños “ateos” estuvieran varados en una isla desierta, llegarían a creer que algo creó la isla. Nuestra comprensión de Dios puede diferir, pero la creencia subyacente en una causa o creador se basa en nuestras propias reflexiones.
Algunos ateos exclaman: «Dios no es diferente a creer que existe “el monstruo del espagueti”. Esta objeción es obviamente falsa. Las verdades evidentes no requieren información externa. La idea de que existen monstruos, o incluso de que existen espaguetis, requiere la transferencia de información. Nadie adquiere conocimiento de monstruos o espaguetis por sus propias intuiciones o introspección. Por lo tanto, el monstruo del espagueti no es una verdad evidente; además, la comparación de algo así con Dios no se puede hacer, no es válido.
Natural
La creencia en algún tipo de diseñador o causa sobrenatural se basa en el funcionamiento natural de la psique humana. El concepto de la existencia intuitiva de Dios también ha sido un tema de discusión académica en la tradición intelectual islámica. El gran erudito del Islam, Ibn Taimiyah, explicó diciendo que: «La afirmación de un Hacedor está firmemente arraigada en los corazones de todos los hombres… es de las necesidades vinculantes de su propia creación…»
Además de la postura islámica, una gran cantidad de investigación en diversos campos respalda la conclusión de que estamos destinados a ver el mundo como creado y diseñado.
Evidencia psicológica
La académica, Olivera Petrovich, realizó una investigación sobre los orígenes de las cosas naturales, como las plantas y los animales, y descubrió que los niños de preescolar tenían aproximadamente siete veces más probabilidades de decir que Dios los creó en lugar de los adultos. En sus entrevistas populares, Petrovich concluye que la creencia en un Dios no antropomórfico parece ser natural y que el ateísmo es una posición cognitiva adquirida.
Evidencia sociológica y antropológica
La investigación del profesor Justin Barrett en su libro: Creyentes nacidos: la ciencia de las creencias religiosas de los niños, estudió el comportamiento y las afirmaciones de los niños y llegó a la conclusión de que los niños creían en lo que este autor llama «la religión natural». Esta es la afirmación de que hay un Ser que creó todo el universo. Ese Ser no puede ser humano; debe ser divino y sobrenatural.
Escribe:
“La investigación científica sobre el desarrollo de los pensamientos y las creencias sobrenaturales de los niños sugiere que los niños adquieren de manera normal e intuitiva pensamientos que facilitan la creencia en agentes sobrenaturales. Particularmente en el primer año después del nacimiento, los niños distinguen entre agentes y no agentes, entendiendo a los agentes como capaces de moverse de manera decidida para alcanzar objetivos. Están ansiosos por encontrar una causa a su alrededor, incluso con poca evidencia.
No mucho después de su primer cumpleaños, los niños ya parecen comprender que los agentes, más no las fuerzas naturales u objetos inanimados, pueden crear orden a partir del desorden: “…Esta tendencia a ver la función y el propósito, más la comprensión de que el propósito y el orden provienen de seres con pensamiento, hace que sea probable que los niños vean los fenómenos naturales como creados intencionalmente. ¿Quién es el creador? Los niños saben que las personas no son buenos candidatos. Debe haber sido un dios… Los niños nacen creyentes de lo que yo llamo la religión natural».
Lógica
La existencia de un creador es la interpretación más intuitiva del mundo. Es fácil de entender sin instrucciones explícitas. Los seres humanos tienen una afinidad para atribuir causas a las cosas todo el tiempo, y todo el cosmos es una de esas cosas. No todas las intuiciones son verdaderas, pero se requiere evidencia para hacer que alguien se aparte de sus intuiciones iniciales sobre las cosas. Por ejemplo, cuando alguien percibe el diseño y el orden en el universo, la conclusión intuitiva es que hay un diseñador. Para hacer que esa persona cambie de opinión, se requieren pruebas válidas para justificar la visión contraintuitiva.
La creencia en un Dios, creador, diseñador o causa sobrenatural, es una verdad evidente. Es universal, no enseñada, natural e intuitiva. Desde este punto de vista, la pregunta correcta no es: ¿existe Dios? La pregunta correcta debería ser: ¿por qué rechazas la existencia de Dios? La responsabilidad de la prueba recae en alguien que desafía una verdad evidente. Cuando alguien afirma que el pasado es una ilusión o que otras personas no tienen pensamiento, él o ella tendrían que asumir la carga de la prueba. Los ateos no son diferentes. Tienen que justificar su rechazo de una causa o creador del universo.
La disposición innata: la fitrah
Dios, como una Verdad evidente, se relaciona con el concepto teológico islámico relacionado a lo que en árabe se denomina fitrah.
En la teología islámica, la fitrah es el estado natural, o la disposición innata del ser humano con la que fue creado, que lo dispone con una afinidad o inclinación a reconocer y adorar a Dios. Este concepto se basa en la declaración auténtica del Profeta Muhammad -que la paz sea con él- que dice: «Cada niño nace en un estado de fitrah. Luego sus padres lo hacen judío, cristiano o zoroastra… «.
Este dicho profético indica que todo ser humano tiene esta disposición innata, pero las influencias externas, como la crianza y, por extensión, la sociedad, lo transforman en algo que, en muchos casos, no se basa en el conocimiento innato de Dios.
A pesar de que la fitrah es un estado natural, ésta puede ser “cubierta” o «corrompida» por influencias externas. Estas influencias, como lo indica la tradición profética anterior, pueden incluir la paternidad, la sociedad y la presión de la sociedad. Estas influencias pueden opacar la fitrah y evitar que se reconozca la verdad. Cuando esta predisposición natural humana ha sido enmascarada, por cualquier factor que fuese, la persona puede requerir más evidencia de la existencia de Dios.
Desde la perspectiva de la epistemología islámica, es importante saber que la convicción en la existencia de Dios no se infiere únicamente a partir de algún tipo de evidencia inductiva, deductiva, filosófica o científica. Más bien, esta evidencia nos ayuda a despertar y descubrir la fitrah para reconocer nuestra consciencia innata de Dios. La fitrah ya trae consigo la verdad de la existencia de Dios y el hecho de que Él es digno de nuestra adoración. Sin embargo, la fitrah puede verse nublada por la socialización y otras influencias externas. Por lo tanto, el papel de los argumentos racionales es «recordarnos» la verdad que ya sabemos intuitivamente.
Para ilustrar este punto, imagina que yo estoy limpiando el desván de mi madre. Mientras muevo bolsas viejas y tiro objetos no deseados, encuentro mi juguete favorito con el que solía jugar cuando tenía 5 años. Lo que me sucede en este momento, es que se me recuerda algo de lo que ya tengo conocimiento. En mi mente, pienso: “Oh, sí. Recuerdo este juguete, fue mi favorito”. La verdad de creer en Dios y el hecho de que Él es digno de nuestra adoración no es distinto. Los argumentos racionales sirven como despertares espirituales e intelectuales para darnos cuenta del conocimiento contenido en nuestra fitrah.
Otras formas en que la fitrah puede “despertarse”, incluye: la introspección, las experiencias espirituales, la reflexión y el pensamiento racional. Por eso el Corán promueve el cuestionamiento y la reflexión profunda sobre las cosas:
“…Con ejemplos como este explico los signos para gente que recapacita”.
(El Corán, Capítulo 10, versículo 24)
“…En esto hay signos para gente que reflexiona”.
(El Corán, Capítulo 45, versículo 13)
La epistemología islámica considera los argumentos racionales como un medio para creer y no un fin. Es por eso que es muy importante tener en cuenta que la guía solo proviene de Dios, y que ninguna cantidad de evidencia racional puede convencer al corazón de la verdad que imparte el Islam. Dios nos deja esto muy claro:
“[¡Profeta!] Tú no puedes guiar a quien amas, sino que Dios guía a quien Él quiere. Solo Él sabe quiénes seguirán la guía”.
(El Corán, Capítulo 28, versículo 56)
La guía es un asunto espiritual que se basa en la misericordia, el conocimiento y la sabiduría de Dios. Si Dios quiere que alguien sea guiado a través de argumentos racionales, entonces nada impedirá que esa persona acepte la verdad. Sin embargo, si Dios decide que alguien no merece guía —basado en Su sabiduría—, sin importar cuántos argumentos convincentes se presenten, esa persona nunca aceptará la verdad.
Para concluir, podemos afirmar con certeza de que la creencia en la existencia de Dios es una verdad evidente, y al igual que con todas las verdades evidentes, cuando alguien las desafía, la responsabilidad recae en él. La única forma en que se podría socavar la creencia en Dios, es si hubiese alguna evidencia positiva de la inexistencia del Creador. Sin embargo, los pocos argumentos que los ateos presentan en contra de la existencia de Dios, son demasiado débiles y filosóficamente superficiales, inaceptables.
La obviedad de existencia de Dios se abordó en el Corán hace más de 1400 años:
“¿Es que acaso tienen dudas acerca de Dios, Creador de los cielos y de la Tierra?”
(El Corán, Capítulo 14, versículo 10)
Razones para Creer
Imagina que te levantas una mañana y vas hacia la cocina para preparar tu desayuno, pero al pasar por la mesa de la cocina, encuentras dos piezas de pan tostado con tu chocolate favorito untado en ellas. El chocolate ha sido untado de tal manera que dice las palabras «Te amo». Quedas sorprendido, pero ¿por qué?
¿Creerías que los trozos de pan de alguna manera lograron tostarse solos y que el chocolate para untar pudo ser agregado de esa manera sin que nadie los toque? ¿Todo por casualidad? ¿O, más bien, supondrías que algún ser querido decidió levantarse un poco más temprano y prepararte el pan con anticipación?
Todo ser humano racional en este planeta negará que haya sucedido eso sin ninguna causa e intención premeditada. El azar a ciegas no es explicación racional.
El universo no es diferente. Tiene una arquitectura cósmica ordenada y precisa que apunta hacia un diseño con propósito. El universo tiene el conjunto correcto de leyes para permitir la existencia de vida, y está ordenado de una manera particular para permitir que los humanos prosperen. Si las leyes fueran diferentes, o el universo no contuviera una disposición acorde para la vida de estrellas, planetas y otros cuerpos celestes de diferentes tamaños, no estarías aquí leyendo este libro. De hecho, no habría vida humana en absoluto.
Considera otra analogía. Imagina que eres un astronauta que trabaja para la NASA. Es el año 2070 y serás el primer ser humano en visitar un planeta similar a la Tierra en otra galaxia. Tu misión es buscar vida. Finalmente aterrizas, y cuando sales de tu nave espacial, no ves nada más que rocas áridas. Sin embargo, a medida que continúas el viaje cósmico, eventualmente encuentras algo que parece un gran invernadero. En su interior puedes ver criaturas similares a las humanas caminando, comiendo, jugando, trabajando y viviendo vidas productivas normales. También observas plantas, árboles y otros tipos de vegetación. A medida que te acercas a la estructura, personas amigables te reciben y te invitan a entrar.
Durante tu reunión inicial con estos amigables «extraterrestres», te dicen que la estructura tiene los niveles correctos de oxígeno. También tiene cantidades adecuadas de agua y compuestos químicos para facilitar la producción de alimentos y vegetación que sustentan la vida. Sorprendido por lo que escuchas, les preguntas cómo lograron crear un sistema ecológico que funcione plenamente y que sostenga la vida. Uno de los anfitriones te responde: «bueno, sucedió por mera casualidad».
Inmediatamente, tu mente comienza a comprender las implicaciones de una declaración tan ridícula. La única explicación posible para la estructura es que fue diseñada por un ser super inteligente, no por un proceso físico aleatorio. Mientras estos pensamientos pasan por tu mente, otro anfitrión interrumpe y te dice: «él solo está bromeando». Todos se ríen.
Si una pequeña estructura ecológica en un planeta rocoso evoca la conclusión de que debe haber sido diseñada, entonces imagina lo que deberíamos concluir sobre todo el universo y su equilibrio cósmico.
El universo, y todo lo que éste contiene, obedece las leyes de la física. Si estas leyes fueran solo un poco diferentes, no existiría ni una sola forma de vida consciente y compleja. El universo se compone de miles de millones de estrellas y galaxias. Entre las innumerables galaxias encontramos un sinnúmero de planetas. Uno de estos planetas es nuestro hogar, la Tierra. Nuestro planeta contiene billones de criaturas conscientes. Criaturas que pueden pensar, planificar y reflexionar.
La conclusión inevitable de todo esto es simple, pero profunda: debe existir un creador detrás de todo este impresionante diseño.
Todo lo que está en nuestro alrededor apunta a la existencia de Dios. Reflexionar sobre esta creación debería crear una inmensa sensación de asombro y gratitud hacia Él.
“En la creación de los cielos y de la Tierra, y en la sucesión de la noche y el día, hay signos para los dotados de intelecto…”
(El Corán, Capítulo 3, versículo 190)
La siguiente sección tratará sobre cómo sabemos que el Corán es la palabra de Dios.
¿Cómo sabemos que el Corán viene de Dios?
Hasta ahora, hemos deliberado que Dios es el creador, diseñador y legislador moral necesariamente existente del universo. Sin embargo, eso solo nos habla lo más intuitivo de Dios. La siguiente pregunta natural es: ¿Cómo sabemos que el Corán es revelación de Dios?
A continuación, presentaremos un razonamiento simple y coherente por el cual afirmamos que el Corán es la palabra de Dios. Pero antes de profundizar en el argumento principal, explicaremos dos de las formas por las cuales podemos adquirir conocimiento.
Testimonio
La mayor parte de lo que sabemos se basa en lo que otros dicen. Esto es válido para hechos que nunca negaríamos. Para muchos de nosotros, estas verdades incluyen la existencia de tribus nativas amazónicas, la fotosíntesis, la existencia de la radiación ultravioleta y de las bacterias.
Consideremos este experimento mental: ¿Cómo le demostrarías a un extraño que tu madre realmente te dio a luz?
Por extraño que parezca esta pregunta, ayudará a aclarar una fuente de conocimiento muy importante pero subestimada. Podrías decir: “mi madre me lo dijo”, o “tengo un certificado de nacimiento”, “mi padre me dijo que estaba cuando nací” o “he revisado los registros hospitalarios de mi madre”. Las respuestas son válidas; sin embargo, se basan en las declaraciones de otras personas. Las mentes escépticas pueden no estar satisfechas con eso. Puedes intentar convencer con una base empírica para tu convicción mediante el uso de una «tarjeta de ADN» también.
Sin embargo, tu convicción de que tu madre es quien dice ser no se basa en un kit de pruebas de ADN. La realidad es que la mayoría de nosotros no nos hemos realizado una prueba de ADN. Tampoco se basa en evidencias de video, ya que aún debes confiar en lo que otros dicen para afirmar que el bebé del video es realmente tú. Entonces, ¿por qué estamos tan seguros? La única razón que tienes es la opinión de otros, en otras palabras, el testimonio. El testimonio es una fuente vital pero inadvertida de la mayor parte de nuestro conocimiento más elemental.
Inferencia a la mejor explicación.
Otra forma de adquirir conocimiento es un proceso conocido como «inferencia a la mejor explicación». Muchas de nuestras creencias se basan en una forma de razonamiento que comienza con una recopilación de datos, hechos o afirmaciones, y luego la búsqueda de la mejor explicación para ellos. Demos la bienvenida a tu madre de nuevo brevemente para graficar la «inferencia a la mejor explicación». Ella está en periodo avanzado de embarazo de ti, de hecho, la fecha ya estaba prevista para la semana pasada. De repente, sus aguas se rompen y comienza a tener contracciones, por lo que su padre y el personal médico asumen con seguridad que ha comenzado el parto.
Otro ejemplo: algunos años después de ese evento, tu madre nota un paquete de galletas abierto y migas alrededor de tu boca y en tu ropa. Ella infiere con naturalidad que tu fuiste quien abrió el paquete y te serviste unas galletas.
En ambos ejemplos, las conclusiones no son obligatoriamente verdaderas o indiscutibles, pero son las mejores explicaciones considerando todos los hechos disponibles. Este proceso de pensamiento se conoce como “inferencia a la mejor explicación”.
Usando los conceptos anteriores, se presentará el caso de que el Corán es una expresión inimitable en lengua árabe y que Dios es la mejor explicación de la naturaleza inimitable de este libro. Lo que se entiende por eso, es que ningún humano ha sido capaz de producir o emular las características lingüísticas y literarias del Corán.
El Milagro del Corán
El Sagrado Corán fue revelado en Arabia al Profeta Muhammad -la paz sea con él- en el siglo VII. Este período fue conocido como una era de perfección literaria y lingüística. Los árabes del siglo VII fueron educados para ser el pueblo que mejor se expresase en su lengua materna. Sin embargo, cuando se les recitó los versículos -o aleyas- del Corán, quedaron estupefactos, incapacitados de emularlo y muy aturdidos… guardaron silencio. No pudieron producir nada como el discurso coránico.
Encima de eso, el mismo Corán desafió a esos lingüistas por excelencia a imitar sus características literarias y lingüísticas, pero fracasaron rotundamente. Algunos de esos expertos aceptaron que el Corán era de Dios, pero la mayoría recurrió al boicot, la guerra, el asesinato, la tortura y una campaña de desinformación. De hecho, a lo largo de los siglos, los expertos del idioma árabe han tenido disponibles las herramientas para hacer frente al desafío del Corán y no lo han hecho; ellos también han testificado que el Corán es inimitable y han podido dar fe de porqué los mejores lingüistas fallaron en ese reto.
¿Cómo puede un no árabe, o alguien que no es un experto del idioma árabe, apreciar cuán inimitable es el Sagrado Corán? He aquí el rol del testimonio. Las afirmaciones anteriormente expuestas se basan en una transmisión testimonial oral y escrita, establecida por el conocimiento de grandes eruditos del pasados y presentes del idioma árabe.
Si esto es cierto, y la gente más calificada para asumir el desafío propuesto por el mismo Corán no pudo imitar su discurso Divino, entonces, ¿quién fue su autor?
Aquí es donde termina el testimonio y comienza el uso de la inferencia.
Para lograr entender “la inferencia a la mejor explicación” en este sentido, se deben analizar las posibles racionalizaciones ante la naturaleza inimitable del Corán. Las posibilidades lógicas incluyen: que fue escrito por un árabe, por un no árabe, por Muhammad -la paz sea con él- o Dios.
Teniendo en cuenta todos los hechos que se discutirán, es inverosímil que el Corán pueda explicarse se lo atribuimos a un árabe, a un no árabe o a Muhammad -la paz sea con él-. Por esa razón, Dios es la inferencia a la mejor explicación.
Un resumen del razonamiento es el siguiente:
1. El Corán presenta un desafío literario y lingüístico a la humanidad.
2. Los árabes del siglo VII estaban mejor posicionados para asumir ese desafío.
3. Los árabes del siglo VII fallaron en hacerlo.
4. Los eruditos de la lengua han dado testimonio sobre la naturaleza inimitable del Corán.
5. Los testimonios no académicos no son valederos, ya que primero tienen que refutar la información de respaldo previamente establecida.
6. Por lo tanto (puntos del 1 al 5): el Corán es un libro inimitable.
7. Las posibles explicaciones sobre el origen del Corán son la autoría de un árabe, un no árabe, Muhammad -la paz sea con él- o Dios.
8. No pudo haber sido producido por un árabe, un no árabe o Muhammad.
9. Por lo tanto, la mejor explicación es que proviene de Dios.
1. El Corán presenta un desafío literario y lingüístico para la humanidad
“Lee en el nombre de tu Señor”.
Esas fueron las primeras palabras del Corán reveladas al profeta Muhammad -la paz y bendiciones de Dios sea con él- hace más de 1400 años.
Muhammad meditaba en una cueva en las afueras de la Meca cuando recibió la primera revelación de un Libro que daría un tremendo impacto en el mundo en que vivimos hoy. No se sabe de él que haya compuesto ninguna pieza de poesía ni que haya gozado de algún don retórico especial. Pero desde ese momento, el profeta Muhammad recibió una Revelación que trataría profundos temas de creencia, legislación, rituales de adoración al Ser supremo, espiritualidad y economía, todo ello en un género y forma literaria completamente nuevos.
Los musulmanes han analizado y utilizado las características literarias y lingüísticas únicas del Corán para articular una serie de argumentos que corroboran su creencia de que este Libro proviene del Creador.
Yalâl Al-Dîn Al-Suyûti, un prolífico escritor y erudito del siglo XV, resume la doctrina de la naturaleza inimitable del Corán de la siguiente manera:
«… Cuando el Profeta les trajo [el desafío coránico], ellos eran los más elocuentes y versados en la retórica, y se los retó a producir algo similar [al Corán]. Pero pasaron varios años y no pudieron hacerlo. Tal cual como Dios lo planteó: “Que traigan una recitación similar a esta, si es que dicen la verdad”. Luego los retó a producir diez capítulos como los del Corán, y en este respecto leemos: “Diles: traigan entonces diez capítulos similares inventados e invoquen a quien sea fuera de Dios si son sinceros [en su afirmación que es de Muhammad]”. Luego, los desafió a producir un solo [capítulo], y es cuando Dios reveló: “¿Acaso dicen que él [Muhammad] lo ha inventado? Diles: traigan un capítulo como este y llamen a todos los que puedan fuera de Dios, si es que dicen la verdad …”. Cuando los [árabes] no pudieron producir ni un solo capítulo como los [del Corán], a pesar de existir entre ellos las personalidades más elocuentes y sabias del idioma [árabe] de aquel entonces, [el Profeta] manifestó abiertamente el fracaso y la incapacidad [para enfrentar este desafío], proclamando la cualidad inimitable del Noble Corán. Por eso Dios dice al respecto: “Di: si toda la humanidad y los genios (espíritus invisibles) se unieran para producir algo como el Corán, no podrían hacerlo, incluso si se ayudaran unos a otros…”
Según la exégesis clásica, los diferentes versículos del Corán que presentan el desafío de producir un capítulo como aquellos del Corán, exigen de manera audaz a cualquiera de los expertos del idioma árabe, de cualquier época, que imiten las características lingüísticas y literarias del Corán. Las herramientas necesarias para hacer frente a ese desafío son las reglas finitas gramaticales, los recursos literarios, lingüísticos y semánticos, y las veintiocho letras del idioma árabe. Todo eso son saberes independientes y objetivos disponibles para el estudioso. El hecho de que el Noble Corán no haya sido igualado en su composición desde que se reveló por primera vez, ya no sorprende a la mayoría de los estudiosos familiarizados con el idioma árabe y este texto sagrado.
2. Los árabes del siglo VII estaban mejor posicionados para desafiar el Corán
El Corán planteó un desafío a los más grandes lingüistas árabes de todos los tiempos, los árabes del siglo VII; y el hecho de que alcanzaron la cima de la elocuencia es afirmado por la erudición occidental y oriental.
El erudito Taqii Usmani afirma que para el árabe del siglo VII «la elocuencia y la retórica eran su sangre vital». Según el biógrafo de los poetas del siglo IX, Al-Yumahí “el verso era para los árabes el registro de todo lo que sabían y la mayor brújula de su sabiduría; con eso, ellos comenzaban sus asuntos, y con eso, los terminaban”.
El erudito del siglo XIV, Ibn Jaldún, resaltó la importancia de la poesía en la vida árabe con sus palabras:
“Debe saberse que los árabes apreciaban mucho la poesía como una forma de discurso. Por lo tanto, la convirtieron en el archivo de su historia, la evidencia de lo que consideraban correcto e incorrecto y la base principal de referencia para la mayoría de sus ciencias y sabiduría”.
La capacidad y el desarrollo lingüísticos fueron características muy influyentes del entorno social árabe del siglo VII. El crítico literario e historiador Ibn Rashîq ilustra esto de la siguiente manera:
“Cada vez que un poeta surgía en una tribu árabe, otras tribus venían a felicitar. Se preparaban fiestas, las mujeres se unían en laúdes como lo hacen en las bodas y los hombres, tanto viejos como jóvenes, celebraban todos por las buenas noticias. En su [cultura], los árabes solían felicitarse mutuamente solo por el nacimiento de un hijo varón y cuando un poeta se levantaba entre ellos”.
El erudito del siglo IX, Ibn Qutaiba, nos describe la poesía árabe tal como la veía ese pueblo, y con sus palabras nos grafica elocuentemente:
«Es la mina del conocimiento de los árabes, el libro de su sabiduría… es el testigo veraz en la disputa, la prueba final en el momento de la discusión”.
Navid Kermani, escritor y experto en estudios islámicos, explica la medida en que los árabes tuvieron que estudiar para dominar el idioma árabe, y nos ilustra cómo el árabe del siglo VII estaba en su máximo apogeo, puesto que brotó en un pueblo que veneraba su poesía:
«La poesía árabe antigua es un fenómeno muy complejo. El vocabulario, la idiosincrasia gramatical y las estrictas normas propias se transmitieron de generación en generación, y solo los estudiantes más agraciados dominaron el idioma por entero. Una persona tenía que estudiar durante años, a veces incluso décadas, bajo un poeta maestro antes de reclamar el título de poeta. Muhammad -la paz sea con él- creció en un mundo que veneraba casi religiosamente la expresión poética”.
El árabe del siglo VII vivía en un entorno sociocultural que tenía todas las condiciones adecuadas para desarrollar una habilidad incomparable en el uso del idioma.
3. Los árabes del siglo VII fallaron el reto coránico
A pesar de las sobresalientes habilidades lingüísticas que gozaban, incluso colectivamente, no lograron producir un texto en su idioma que rivalizara con las características literarias del Corán. La profesora de estudios coránicos, Angelika Neuwrith, afirmó que el Corán nunca ha sido desafiado con éxito por nadie, pasado o presente. Escribe:
«…Nadie ha tenido éxito, eso es correcto… Realmente creo que el Corán incluso ha avergonzado a los investigadores occidentales, puesto que no han podido aclarar cómo repentinamente, en un entorno donde no había ningún texto escrito considerable, apareció el Corán con su riqueza de ideas y sus magníficas palabras”.
Labid ibn Rabi’ah, uno de los famosos poetas de las Siete Odas, abrazó el Islam a causa de apreciar la excelsa naturaleza inimitable del Corán. Más aun, luego de islamizarse, Labid dejó de componer poesía, y ante la sorpresa de la gente y sus preguntas al respecto, puesto que era considerado el poeta más distinguido, dijo: «¡Qué! ¿Aún después de la revelación del Corán?”
E. H. Palmer, catedrático de idioma árabe y del Sagrado Corán, argumenta que las afirmaciones hechas por académicos en este tema no deberían sorprender a nadie, y escribe: «No es sorprendente que ni el mejor de los escritores árabes haya logrado producir algo de igual valor (literario) que el Corán”.
El erudito y profesor de estudios islámicos, M. A. Draz, explica cómo los expertos lingüistas del siglo VII quedaron absortos ante el discurso coránico, el cual provocó que quedasen incapacitados:
«En la época dorada de la elocuencia árabe, cuando el lenguaje alcanzó el apogeo de la pureza y la fuerza, y los títulos de honor fueron otorgado con solemnidad a poetas y oradores en festivales anuales, la palabra coránica arrasó con todo el entusiasmo por la poesía o la prosa, y causó que los Siete Poemas Dorados, que antes colgaban sobre las puertas de la Ka’ba, fuesen descolgados. Todos prestaron oídos a esta maravilla de la expresión árabe”.
Un argumento poderoso que respalda la afirmación de que los árabes del siglo VII no pudieron imitar el Corán, se relaciona con las circunstancias sociopolíticas de aquella época. Un elemento central del mensaje coránico fue la condena de las prácticas inmorales, injustas y malvadas de las tribus de la Meca del siglo VII. Estos incluían la objetivación de la mujer, el comercio injusto, el politeísmo, la esclavitud, el acaparamiento de la riqueza, el infanticidio y el rechazo a los huérfanos. El liderazgo mecano estaba siendo desafiado por el mensaje coránico, y eso tenía el potencial de socavar su prominencia y éxito económico. Para que el Islam dejara de difundirse, todo lo que se precisaba era que los adversarios del Profeta -la paz sea con él- superaran el desafío lingüístico y literario del Corán.
Sin embargo, el hecho de que el Islam haya triunfado en sus primeros y frágiles días en La Meca, es un testimonio fiel de que su audiencia principal no pudo superar el ya mencionado desafío de imitarlo. Ningún movimiento puede tener éxito si una afirmación fundamental de su misma esencia se demuestra como falsa. El hecho de que los líderes de la Meca tuvieran que recurrir a campañas extremas, como la guerra y la tortura, para intentar extinguir el Islam, demuestra que el método fácil para refutar al Islam, haciendo frente al desafío coránico, fracasó.
4. Los grandes académicos han testificado la naturaleza inimitable del Corán
Numerosos eruditos, de distintos orígenes, tanto occidentales como orientales, religiosos y laicos, han dado su testimonio de que el Corán goza de una peculiar naturaleza que lo hace inimitable. A continuación, una lista no exhaustiva de la comunidad de doctos que han aportado su testimonio en este respecto:
El catedrático de Estudios Orientales, Martin Zammit, dijo:
“A pesar de la excelencia literaria de algunos de los largos poemas pre-islámicos… el Corán está definitivamente en su propio nivel, reconocido como la más eminente manifestación de la lengua árabe”.
El orientalista y literato A. J. Arberry dijo:
“En el intento de mejorar el desempeño de los predecesores e intentar reproducir algo que posiblemente sea aceptado como un eco de la sublime retórica del Corán en árabe, he estado sufriendo al estudiar los complejos y ricamente variados ritmos que, aparte del mensaje mismo, constituye la indudable pretensión del Corán de clasificarse entre las más grandiosas obras literarias de la humanidad”.
El profesor Bruce Lawrence escribió:
“Como signos tangibles, los versos coránicos son expresiones de una inagotable verdad. Connotan significado tras significado, son luz sobre luz, milagro sobre milagro”.
Palabras del profesor y arabista Hamilton Gibb:
“Los árabes eran conocedores del lenguaje y la retórica. Bueno, entonces, si el Corán fuese creación de Muhammad, otros hombres [similares a él] pudieron haber rivalizado en ello. [El reto decía] que produzcan diez versos como los de este [libro], pero si no pueden hacerlo (y es obvio que no pudieron), entonces que acepten el Corán como un milagro excepcional”.
Estas aseveraciones de la cualidad inimitable del Sagrado Corán son unos pocos ejemplos de los innumerables testimonios que están disponibles para nosotros.
5. Los testimonios no académicos no son valederos, ya que primero tienen que refutar la información de respaldo previamente establecida
La transmisión testimonial concerniente a que el Corán goza de una naturaleza inimitable es la más racional para ser adoptada. Eso no significa que existe un consenso absoluto de los expertos en la materia, o que todos los investigadores afirman que el Corán es incuestionablemente de Dios. Hay algunas opiniones académicas -y son muy pocas- que luchan por validarse contra esta vasta opinión. Empero, para que el testimonio sea válido, no necesariamente precisa de unanimidad.
¿Qué haría aceptar una transmisión testimonial sobre otra?
El testimonio referente a que el Corán es lingüísticamente inimitable es lo más razonable partiendo del hecho de que hay un gran conocimiento de causa. Este conocimiento ha sido discutido en las premisas 1, 2, y 3.
6. En vista de lo expuesto en los puntos del 1 al 5, el Corán es inimitable
Lo que se ha discutido en los puntos del 1 al 5 explica que la opinión de que el Corán es un texto único e irreproducible está muy bien fundamentada.
7. Las posibles explicaciones sobre el origen del Corán son: la autoría de un árabe, un no árabe, de Muhammad o proviene de Dios
Para articular los orígenes divinos del Corán, sin referirse a las particularidades de la lengua árabe, el uso del testimonio y la inferencia son necesarios. Lo que se ha venido discutiendo hasta ahora es que existe una transmisión testimonial válida que afirma que el Corán es imposible de imitar, y que la explicación lógica de su existencia -y posible propiedad inimitable- solo podría explicarse atribuyendo primero su autoría a un árabe, un no árabe, a Muhammad -la paz sea con él- o a Dios.
8. No es posible que haya sido producido por un árabe, un no árabe, o Muhammad
Para saber y entender quién pudo haber producido el Corán, necesitamos un desglose de las tres teorías principales.
¿Un árabe?
Hay algunas razones que son clave para deducir que el Corán no podría ser de un árabe del siglo VII, las cuales ya hemos demostrado, pero ¿qué pasa con los árabes de hoy en día?
Decir que una persona contemporánea de habla árabe podría imitar el Corán, es algo bien infundado, y varias razones corroboran este punto.
En primer lugar, los árabes en el siglo VII estaban mejor calificados para desafiar al Corán, y dado que no lo hicieron, no sería razonable afirmar que un árabe moderno, de más pobreza lingüística, podría superar las habilidades de sus predecesores. En segundo lugar, el idioma árabe moderno ha sufrido modificaciones y se ha degenerado lingüísticamente en su pureza original y formas clásicas. Entonces, ¿cómo podría un árabe cuya expresión es producto de una cultura relativamente degenerada lingüísticamente, ser competente a un árabe que estuvo inmerso en un ambiente de pureza de tradiciones y lengua? En tercer lugar, incluso si un árabe contemporáneo aprende árabe clásico, sus habilidades lingüísticas jamás podrían igualar a quien estuvo inmerso en una cultura social donde se dominaba el idioma.
¿Un no árabe?
El Corán no podría venir de un no árabe, ya que el idioma del Corán es el árabe clásico, por tanto, el conocimiento y dominio de la lengua árabe es un prerrequisito para desafiar con éxito el Corán. Esta lógica se ha mencionado en el mismo Corán:
“Ciertamente sé muy bien que ellos [los paganos] dicen: «Es solo un ser humano [cristiano o judío] quien le enseña [a Muhammad]». La lengua del hombre al que se refieren es extranjera, mientras que [esta recitación] está en un árabe perfecto”.
(El Corán, capítulo 16, versículo 103).
¿Y qué tal si fue un no árabe que aprendió el idioma? Alguien podría argumentar… sin embargo, eso le convertiría a la persona en un parlante del idioma árabe, y en ese caso la respuesta sería la misma de la primera explicación antes mencionada.
¿El profeta Muhammad?
Es importante denotar que los árabes en el momento de la revelación dejaron de acusar al Profeta de ser el autor del Corán, después de su inicial y errónea afirmación de que se había convertido en poeta. El profesor Mohar Ali nos explica:
“Hay que señalar que el Corán no es considerado un libro de poesía por ninguna persona de conocimiento. El profeta Muhammad -la paz sea con él- tampoco se dedicó a elaborar versos. De hecho, fue una acusación de los incrédulos de la tribu de Quraysh en la etapa inicial de su oposición a la revelación que profesaba Muhammad. Ellos dijeron que se había convertido en un poeta; pero pronto encontraron que su acusación era inverosímil y cambiaron sus líneas de crítica en vista del hecho innegable de que el Profeta no sabía ni siquiera leer ni escribir, y peor conocía el arte de la poesía. Aseveraron también que él había sido instruido por otros, que había recibido información de registros de “historias antiguas” y que le eran leídas a él en la mañana y en la noche”.
Empíricamente hablando, el Profeta -la paz sea con él- nunca fue considerado un maestro en el uso del lenguaje, y jamás se dedicó al arte de la poesía o de la prosa en rima. Por lo tanto, la afirmación de que -de alguna manera- logró realizar una obra literaria maestra, de gran aprecio lingüístico, está muy lejos del pensamiento racional.
El sabio Kermani escribió:
«No había estudiado el difícil arte de la poesía cuando comenzó a recitar versículos [del Corán] públicamente… Además, las recitaciones de Muhammad diferían de la poesía y de la prosa en rima de los adivinos, otra forma convencional de discurso inspirada de la época”.
9. En conclusión, la mejor explicación es que el Corán proviene de Dios
Dado que el Corán no pudo haber sido producido por un árabe, un no árabe o el profeta Muhammad -la paz sea con él-, entonces nos sujetamos a la mejor explicación: que proviene de Dios.
Esta afirmación nos dilucida la naturaleza inimitable del Corán, ya que las otras explicaciones son insostenibles a la luz del conocimiento disponible.
¿Cómo sabemos que Muhammad es un profeta de Dios?
El Corán enseña que debemos creer en todos los profetas y mensajeros de Dios, quienes fueron elegidos para guiar a la humanidad y para ayudarlos a tener la fe en el Creador, el único Dios verdadero. Además, todos ellos hicieron un llamado a someterse a Él. El Corán menciona las historias de los profetas Abraham, Moisés, Jesús, David, Juan, Zacarías, Elías, Jacob y José -que Dios se complazca con todos ellos-.
El rol de estos mensajeros y profetas fue de manifestar lo que se les fue revelado. Por consiguiente, fueron grandes modelos a seguir y un vívido ejemplo de la piedad y compasión. Dado que a los mensajeros de Dios se les entregó la Palabra divina, su función también era de enseñar la interpretación de aquella para su correcta comprensión. Asimismo, los mensajeros y profetas actuaron como paradigmas prácticos y espirituales, encarnando los significados, el mensaje y los valores transmitidos por el texto celestial.
Desde esta perspectiva religiosa, la revelación divina nos dice qué hacer, mientras que la vida del Profeta nos enseña cómo llevarlo a la práctica.
El Corán menciona el nombre del profeta Muhammad -la paz sea con él- cinco veces y confirma que este Libro fue revelado a través del ángel Gabriel. El Corán también afirma que Muhammad fue el último de los profetas de Dios. Partiendo de lo expuesto, tal afirmación es naturalmente fácil de aceptar, usando la simple lógica: una vez corroborada la autenticidad de que este Libro es divino, todo lo que se afirma en él tiene que ser verdad, por tanto, el profeta Muhammad goza de ese estatus especial (el sello de la profecía).
En vista de que el mismo Corán menciona al profeta Muhammad -la paz sea con él- como mensajero de Dios, y como todo lo que viene de Dios tiene que ser verdad, entonces no hay duda de que Muhammad fue un fiel receptor de la revelación divina. Y a pesar de que esta conclusión es obvia y tajante, por otro lado, el hecho de que el profeta Muhammad haya sido el último mensajero de Dios también puede deducirse de sus experiencias, enseñanzas, carácter y el impacto que ha tenido su llegada al mundo.
Las experiencias de vida del profeta Muhammad -la paz sea con él- son uno de los argumentos más fuertes que apoyan la afirmación de su profecía (y por extensión, la afirmación de que el Corán tiene origen divino). Un análisis de su vida es muy concluyente en ello, y una afirmación de que este hombre “estaba mintiendo” o “estaba loco”, sería tan ridícula que equivaldría a concluir que nunca nadie ha dicho la verdad; o expresado con suma franqueza, tendría el equivalente epistémico de negar que la persona a la que llamas tu madre te dio a luz.
Las enseñanzas del profeta Muhammad -la paz sea con él- abarcan una amplia gama de temas, que incluye espiritualidad, saberes sociales, económicos y de la psicología. Al estudiar sus declaraciones, adoptando un enfoque holístico de todas sus enseñanzas, vemos que obligan a cualquier mente racional a concluir que había algo muy único y especial en él. Al examinar su carácter dentro de variados contextos y situaciones, sobre todo en circunstancias difíciles, cataliza la conclusión de que Muhammad gozaba de niveles incomparables de tolerancia, paciencia y humildad, que son signos clave de un carácter profético. La vida y las enseñanzas de este Profeta no sólo influyeron en el mundo árabe, sino que también tuvieron un tremendo impacto en toda la humanidad. En pocas palabras, Muhammad -la paz sea con él- fue responsable de infundir una tolerancia, fomentar progreso y justicia sin precedentes.
Negar a Muhammad es como negar a tu madre
La única fuente real de conocimiento que tenemos para creer que la señora a la que llamamos nuestra madre nos dio a luz es el conocimiento testimonial. Incluso si afirmamos tener un certificado de nacimiento, registros hospitalarios, o un certificado de prueba de ADN, todos estos asuntos también son ejemplos de conocimiento testimonial, ya que es creer en lo que otros profesionales afirman.
En un dado caso, por ejemplo, te verías obligado a creer en la persona que te llenó el certificado de nacimiento, o en el responsable de los registros del hospital en que naciste, o en la persona que completó tu certificado de prueba de ADN. Fundamentalmente hablando, todo eso se basa en la transmisión testimonial, sin pizca de evidencia física con la que puedas verificar empíricamente la afirmación de que tu madre te dio a luz.
Incluso si pudieses hacer la prueba de ADN tú mismo (que es muy improbable), tu convicción real de que “tu madre” te dio a luz, no está basada en el hecho de que tú mismo puedas obtener tales resultados.
Eso se debe a la “ironía” de que la única razón por la que tú crees que puedes usar una prueba de ADN para comprobar que tu madre te dio a luz, se basada en la transmisión testimonial de alguna persona (podría ser un científico) que tú crees ser de “autoridad”, ya que tú aún no lo has hecho por ti mismo. Por lo tanto, desde una perspectiva epistémica, la base de tu creencia de que tu madre te dio a luz se basa en casos de transmisión testimonial.
Entonces, puesto que tenemos pruebas testimoniales mucho más auténticas para concluir que el profeta Muhammad -la paz sea con él- fue el último profeta de Dios, entonces negarlo equivaldría a negar a tu propia madre, es igual.
El Argumento
El profeta Muhammad -que la paz, misericordia y bendiciones de Dios sean con él- afirmó ser un profeta hace más de 1400 años con el siguiente mensaje, que es sencillo pero profundo: No hay nadie digno de adoración excepto Dios, y Muhammad es el mensajero de Dios.
Muhammad -la paz sea con él- fue elegido profeta a la edad de 40 años, acontecimiento que tuvo lugar después de pasar algún tiempo meditando y reflexionando sobre la vida en una cueva a las afueras de la Meca. El inicio de la profecía comenzó con la revelación de los primeros versículos del Corán. El mensaje era simple: el propósito humano en la vida es adorar a Dios.
En el islam, la adoración es un término integral; significa amar, conocer, obedecer y dedicar todos los actos de adoración únicamente a Dios.
Para comprobar la veracidad de la pretensión de Muhammad -que fue un profeta escogido por Dios y que trajo un mensaje divino- debemos investigar racionalmente las narraciones históricas y los testimonios concernientes a su vida. Una vez que lo hagamos, estaremos en condiciones de llegar a una conclusión equilibrada con respecto a ello.
El Corán proporciona un enfoque racional a este tema, el cual nos sirve para poner a prueba la afirmación del profeta Muhammad. Niega que el Profeta sea un mentiroso, un loco, un hombre desviado o engañado, o que hable por su propio deseo; pero afirma que evidentemente es el mensajero de Dios y que está diciendo la verdad.
“Su compañero [Muhammad] no se ha extraviado ni está en un error, tampoco habla siguiendo sus pasiones”.
(El Corán, Capítulo 53, versículos 2 y 3).
Podemos resumir el sencillo razonamiento coránico de la siguiente manera:
I) Muhammad era un mentiroso, estaba loco, o decía la verdad.
II) Pero Muhammad no podía haber sido un mentiroso o un loco;
III) Por consiguiente, estaba diciendo la verdad.
¿Era un mentiroso?
Las primeras fuentes históricas sobre la vida del profeta Muhammad -la paz sea con él- ilustran la integridad de su carácter. Las razones de esto abundan; por ejemplo, el hecho de que incluso los enemigos de su mensaje lo reconocían como un hombre honesto y lo apodaban como «El confiable”.
Su vida cambió drásticamente al empezar su prédica: fue perseguido por sus creencias, boicoteado y exiliado de su más amada ciudad, la Meca. Sufrió hambre y fue apedreado por los niños, hijos de los incrédulos, hasta el punto en que la sangre empapó sus sandalias. Su esposa -su consorte y soporte afectivo- falleció, y sus amados compañeros fueron torturados y perseguidos.
Una prueba concisa de la fiabilidad y credibilidad del Profeta se fundamenta en el hecho de que un mentiroso generalmente miente para obtener ganancias mundanas. Muhammad -la paz sea con él- padeció enormemente a causa de predicar su mensaje, además, rechazó por completo las riquezas y el poder que le ofrecieron los mecanos para que deje de hacerlo. Siempre fue intransigente en su llamado a la unicidad de Dios.
Montgomery Watt, el difunto profesor emérito de estudios árabes e islámicos, explora esto en su escrito Muhammad en la Meca, y argumenta que llamar al Profeta -la paz sea con él- “un impostor” es irracional.
Escribe:
“Su disposición a sufrir persecución por sus creencias, el alto carácter moral de los hombres que creían en él y lo admiraban como líder, y la grandeza de su máximo logro, todo eso apoya a su integridad bien fundada. Suponer que Muhammad fue un impostor plantea más problemas de los que resuelve”.
¿Estaba loco?
Afirmar que el profeta Muhammad -la paz sea con él- estaba demente, es argumentar que fue engañado y creyó falsamente que él era el mensajero de Dios. Si alguien vive engañado, suele tener una fuerte convicción en una creencia a pesar de cualquier evidencia de lo contrario.
Una forma de identificar la condición de locura es que, cuando alguien pierde su cordura, habla falsedades mientras cree que son verdad. El profeta Muhammad se encontró frente a un sinnúmero de experiencias durante su vida que, de haber estado demente, las habría aprovechado para tratar de validar y respaldar su propio engaño o delirio.
Un ejemplo de ello es el acontecimiento del fallecimiento de su hijo Ibrahim. El niño murió a una edad temprana y el día que murió hubo un eclipse solar. Muchos árabes pensaron que Dios produjo ese eclipse por el fallecimiento del hijo de su profeta.
Si Muhammad hubiese estado demente, habría aprovechado esa oportunidad para reforzar su convicción. Sin embargo, no lo hizo, más bien rechazó esas afirmaciones de la gente.
El Profeta -la paz sea con él- les respondió de la siguiente manera:
“El sol y la luna no se eclipsan debido a la muerte de alguien, sino que son dos signos de entre los signos de Dios. Cuando los vean, levántense y recen”.
Por otro lado, el Profeta predijo muchas cosas que le ocurrirían a su nación después de su muerte. Estos eventos ocurrieron exactamente como Muhammad profetizó, y esto no sería congruente con un individuo demente o que vive en un engaño.
Ejemplo de ello:
La invasión Mongol
600 años después de la muerte del profeta Muhammad -la paz sea con él-, los mongoles invadieron las tierras musulmanas y masacraron a millones de personas. Un golpe importante en la invasión fue el saqueo de Bagdad.
En ese momento, la ciudad era reconocida por el alto conocimiento de sus ciencias y cultura. Los mongoles llegaron a Bagdad en el año 1.258 y pasaron una semana entera derramando sangre. Estaban empeñados en acabar con la ciudad. Miles de libros fueron destruidos y hasta un millón de personas fueron asesinadas. Este fue un evento que marcó la historia islámica.
Los Mongoles no eran árabes, tenían narices chatas, ojos pequeños y sus botas estaban hechas de un cuero peludo. Las pieles que cubrían su calzado eran llamadas degtii.
Esto fue profetizado por Muhammad siglos antes de la famosa invasión mongólica. Dijo:
“No llegará el fin del mundo hasta que haya un combate contra Judh y Kirman, de entre los no árabes. Serán de caras rojas, narices chatas y ojos pequeños; sus caras se verán como escudos planos y sus calzados será de pelo”.
La competencia en la construcción de altos edificios
Se ha recopilado el siguiente dicho del profeta Muhammad:
“…Dijo el hombre: «Ahora, háblame de la Hora [cuando será el fin del mundo]». El Profeta -la paz sea con él- le respondió: «El preguntado no sabe más que el que pregunta».
«Entonces, infórmame sobre sus signos», añadió el hombre. El Profeta -la paz sea con él- replicó: «Cuando veas a los beduinos descalzos y semidesnudos compitiendo en la construcción de edificios elevados»».
Analicemos los detalles en esta profecía: primero se identificó a un pueblo específico (los beduinos árabes de la región). El profeta Muhammad -la paz sea con él- pudo haber usado un lenguaje más general, como: «cuando se vea competencia en la construcción de edificios altos…», que por supuesto, sería una afirmación lo suficientemente flexible como para aplicar a cualquier pueblo del mundo.
Sin embargo, hoy encontramos en la Península Arábiga que los árabes, aquellos que solían ser pastores empobrecidos de camellos y ovejas, están compitiendo en la construcción de las torres más altas del mundo.
El Burj Khalifa en Dubai, se ha convertido en la estructura artificial más alta del mundo con 828 metros. Poco tiempo después de que se completara, una familia rival en Arabia Saudita anunció que construiría una más alta (1.000 metros), llamada “Torre del Reino”. Por lo tanto, ahora -literalmente- compiten entre sí por quién puede construir el edificio más alto.
Lo que es realmente notable, es que hasta hace solo 50 o 60 años, la gente de esta región apenas tenía casas. De hecho, la mayoría de ellos seguían teniendo una vida beduina, viviendo en humildes tiendas de campaña.
El descubrimiento del petróleo en el siglo XX condujo a una transformación dramática de la región. Si no fuera por este recurso, es muy probable que la región siguiese siendo el mismo desierto árido que fue siempre, como en los tiempos de la revelación misma del Corán.
Si esta profecía fuera una mera “conjetura” de Muhammad, el descubrimiento de petróleo representaría un golpe con demasiada suerte para él. Además, si Muhammad simplemente estaba “tratando de adivinar el futuro”, ¿no habría tenido más sentido relacionar esta profecía con las superpotencias de su época, Roma y Persia? Puesto que ellos (a diferencia de los árabes) ya tenían una tendencia a construir edificios y palacios extravagantes.
Estaba diciendo la verdad
Considerando lo que se ha discutido hasta ahora, la conclusión más razonable es que el Muhammad -la paz sea con él- estaba consistentemente diciendo la verdad.
El historiador Dr. William Draper se hace eco de esta conclusión:
«Cuatro años después de la muerte de Justiniano, en el 569 d. C., nació en la Meca, Arabia, el hombre que, de todos los hombres, ha ejercido la mayor influencia sobre la raza humana… (llegó a) ser el líder religioso de muchos imperios, guiar la vida diaria de un tercio de la raza humana; tal vez pueda justificar el título de Mensajero de Dios”.
Las enseñanzas, el carácter y el impacto del profeta Muhammad
Las enseñanzas del Profeta -la paz sea con él- no son las de alguien demente o mentiroso. Entre muchas de sus instrucciones, enseñó a la humanidad sobre la compasión y la misericordia, la humildad, la paz, el amor y cómo beneficiar y servir a los demás.
El carácter del Profeta -la paz sea con él- fue sublime. Llegaba a la cima de las virtudes; era compasivo, humilde, tolerante, justo, mostraba una gran humanidad, guardaba mucha paciencia y piedad hacia los demás.
Su sabia orientación también tuvo un impacto sin precedentes en el mundo. El extraordinario liderazgo del Profeta -la paz sea con él- y sus enseñanzas de tolerancia, justicia, progreso, independencia de creencias, entre muchas otras áreas de la vida, indican firmemente que no estaba demente ni vivía en un engaño; más bien, era un hombre envuelto en veracidad. A continuación, se presentan algunos de sus dichos:
Misericordia y compasión
«El Misericordioso tendrá piedad con quienes sean misericordiosos con otros. ¡Tengan compasión con quienes habitan en la tierra, y Quien está en el cielo lo tendrá con ustedes!»
«Dios es compasivo y ama la compasión”.
«No es de los nuestros el que no tiene compasión con los niños y no honra a los ancianos”.
«Que Dios tenga piedad de un hombre que es amable cuando compra, cuando vende y cuando hace un reclamo”.
Contento y espiritualidad
«Riqueza no es tener muchas posesiones, la verdadera riqueza es la del alma».
«Ciertamente, Dios no mira a sus cuerpos o apariencia, pero si observa sus corazones y acciones».
«No hablen mucho sin recordar a Dios, porque ciertamente hablar demasiado sin recordar a Dios endurece los corazones; y en verdad que los más alejados de Dios son aquellos cuyos corazones se han endurecido».
Amor
“El siervo de Dios no alcanzará la verdadera fe sino hasta que desee para su prójimo lo que desea para sí mismo de bien”.
“Anhela para las personas lo que amas para ti mismo y serás un verdadero creyente. Compórtate bien con tus vecinos y serás un verdadero musulmán”.
“La mejor acción después de la creencia en Dios, es ser benevolente con las personas”.
Comunidad y paz
El profeta Muhammad -la paz sea con él- fue preguntado: ¿Qué tipo de acciones o tratos en el islam son los mejores? Él respondió:
“Alimentar al prójimo y saludar tanto a aquellos que conoces como a los que no conoces”.
“Toda la humanidad proviene de Adán y Eva. Un árabe no tiene superioridad sobre un no árabe, ni un no árabe sobre un árabe. De igual manera, un blanco no es superior a un negro, ni un negro es superior a un blanco, excepto por la piedad y las buenas acciones”.
“El creyente no es aquel que come hasta saciarse mientras su vecino tiene hambre”.
Caridad y humanidad
“Visita al enfermo, alimenta al hambriento y libera al esclavo”.
“Haz las cosas fáciles y no las hagas difíciles, da buenas nuevas y no hagas a la gente huir”.
“Cada acto de bondad es caridad”.
Modales y el buen carácter
“Los creyentes que muestran la mayor perfección en la fe son aquellos que tienen el mejor carácter. El mejor de entre ustedes es quien da el mejor trato a su esposa”.
“Dios me ha revelado que deben adoptar la humildad; de manera que ninguno oprima a otro”.
“Quien verdaderamente cree en Dios y el Último día, debe hablar bien o mantenerse en silencio”.
“El mejor de entre ustedes es aquel que tiene los mejores modales”.
El cuidado del medio ambiente y el trato a los animales
“Si un musulmán planta un árbol o siembra semillas, y luego un pájaro, persona, o cualquier animal, come de su fruto, será considerado como una caridad a su favor”.
“Retirar obstáculos peligrosos del camino es un acto de caridad”.
“Cualquiera que matase a un gorrión, o algo mayor que eso, sin una causa justa, Dios lo responsabilizará por ello en el Día del Juicio”.
El impacto del profeta Muhammad en el mundo
El profeta Muhammad -la paz sea con él- ha representado una verdadera misericordia para la humanidad, y esta afirmación no está únicamente justificada por su gran mensaje y enseñanzas, sino que también está en consideración su impacto sin precedentes en nuestro mundo.
Existen dos razones claves de porqué sus enseñanzas a nivel social fueron tan transformadoras: la primera es la justicia y la segunda es la compasión.
La compasión y justicia son los dos valores centrales del islam, los cuales están expresados a través de una creencia sincera en la existencia y adoración de Dios, que es uno y único.
Al adorar a Dios y ser conscientes de la responsabilidad propia que se tiene con Él, los musulmanes son exhortados continuamente a actuar de una manera compasiva, equitativa y justa. El Corán confirma este respecto con suma claridad:
“¡Oh, creyentes! Sean responsables con los preceptos de Dios. Sean justos cuando den testimonio. Que el rencor que sienten [contra alguien] no les conduzca a obrar injustamente. Sean justos y equitativos, porque eso es lo más cercano a la piedad. Y tengan temor de Dios, porque Dios está bien informado de lo que hacen”.
“¡Oh, creyentes! Sean responsablemente equitativos cuando den testimonio por Dios, aunque sea en contra de ustedes mismos, de sus padres o parientes cercanos; no importa si el acusado es rico o pobre, Dios está por encima de ellos. Que los sentimientos [contra alguien] no los lleven a ser injustos. Si dan falso testimonio, o se rehúsan a darlo para ocultar la verdad, sepan que Dios está bien informado de cuanto hacen”.
“¿Y qué te hará comprender lo que es el camino del esfuerzo? Es liberar al esclavo, es dar alimentos en días de hambre al pariente huérfano o al pobre hundido en la miseria; también es ser parte de los creyentes que se aconsejan mutuamente la perseverancia y la misericordia”.
Conclusión
La principal razón por la que el profeta Muhammad -la paz sea con él- fue capaz de influenciar a tantas sociedades y transformarlas en unas tolerantes y compasivas, fue por su inequívoca afirmación de la unicidad de Dios, el llamado a complacerlo y adorarlo, siendo todo eso la base moral y espiritual de su vida y de aquellos que lo siguieron.
La confiabilidad que llegó a gozar el profeta Muhammad -la paz sea con el-y la alta moral de su carácter, junto al impacto positivo que dejó en el mundo, establecen un cimiento fuerte para sustentar la afirmación que él fue el último mensajero de Dios.
Estudiar su vida y comprender sus enseñanzas de una manera holística y matizada, llevará a una sola conclusión: él ha representado una misericordia para el mundo y fue el elegido por Dios para mostrar al mundo el camino hacia la guía y luz divina.
***
¿Por qué Dios permite la maldad en el mundo?
La posición islámica con respecto al por qué de las pruebas y tribulaciones de la vida, es sumamente clara y lógica. Las calamidades, los desastres naturales, las tragedias humanas, y todas las formas de sufrimiento y privación de bien, se consideran pruebas enviadas de Dios.
Esta vida no está destinada a ser una gran fiesta, sino que hemos sido creados con un noble propósito, y es el de adorar a Dios. Las pruebas son una parte inevitable para alcanzar este propósito. Los exámenes de la vida sirven como un recordatorio de ello, como un medio de purificación de alma y, en última instancia, como una oportunidad para acercarnos a Dios también.
En el islam, las pruebas son vistas como un signo del amor de Dios. De hecho, el profeta Muhammad -la paz sea con él- dijo:
«Cuando Dios ama a un siervo, lo pone a prueba”. [1]
¿Por qué Dios probaría a los que ama? Las tribulaciones son una vía para alcanzar la misericordia divina; un medio para entrar en la dicha eterna del Paraíso. Dios claramente afirma esto en el Corán, cuando dice:
“¿Acaso creen que van a entrar al Paraíso sin sufrir las mismas pruebas que quienes los precedieron? Padecieron pobreza e infortunios, y una conmoción tal que hasta el Mensajero y los creyentes que estaban con él imploraron: «¿Cuándo llegará el auxilio de Dios?» Pero el auxilio de Dios estaba cercano”. [2]
La belleza de esto es que Dios nos ha habilitado con todos los medios necesarios para superar las pruebas y los infortunios. Leemos en el Corán:
“Dios no impone a ningún alma una carga mayor que la que puede soportar”. [3]
En todo caso, cualquier maldad o sufrimiento experimentado en la vida es la excepción y no la regla. La enfermedad es relativamente de corta duración en comparación con la buena salud que se goza, al igual que los terremotos en comparación con la estabilidad de la tierra. Además, por el hecho de que no podamos visualizar la sabiduría detrás de algo en particular, no significa que no exista sabiduría divina allí. Por ejemplo, en algunos casos, la enfermedad ayuda a elevar la inmunidad del organismo; los terremotos alivian la presión acumulada debajo de la tierra, los volcanes arrojan minerales que restablecen la fertilidad del suelo para una mejor agricultura, etcétera. Existe una antigua sabiduría y dicho que dice: «Del veneno de la serpiente sale el antídoto».
¿De qué otra manera se puede apreciar la facilidad sin haber experimentado primero dificultades? ¿Sería posible apreciar una buena salud si la enfermedad no ocurriera? Un ilustre hombre escribe:
“El mal en el mundo es como los espacios sombreados en una pintura; si te acercas, verás estos defectos, pero si te alejas, descubrirás que las áreas sombreadas son necesarias para cumplir una función estética dentro de la obra de arte». [4]
Los escépticos pueden centrarse en los aspectos negativos, alegando que el mal y el sufrimiento no sirven para un propósito mayor. Los musulmanes, por otro lado, creen que las pruebas y tribulaciones son una parte inevitable de la vida para lograr su propósito final.
El Corán enfatiza este concepto, cuando declara:
“Él es Quien creó la muerte y la vida para probarlos y distinguir quién obra mejor. Él es el Poderoso, el Perdonador”. [5]
En algunas religiones, la buena condición de una persona en el mundo se ve como una indicación de que Dios está complacido con él o ella. Por ejemplo, si una persona tiene un buen trabajo o una casa bonita, se deduce que Dios la ama. Sin embargo, en el islam, la salud, la riqueza, la pobreza, la enfermedad, etcétera, no son signos de éxito o fracaso, sino un medio de evaluar al individuo para determinar su respuesta a una situación particular.
Deducciones equivocadas
No se puede negar la cantidad de maldad y sufrimiento que existe en el mundo, y todos deberíamos preocuparnos por cómo podemos hacer que la experiencia humana sea más pacífica.
Hay quienes sostienen que la existencia del mal y el sufrimiento socava la creencia de la existencia de Dios. Sin embargo, dejando de lado las emociones, ¿es este un argumento convincente?
El argumento se puede resumir de la siguiente manera: No es creíble que exista un Dios bueno y todopoderoso, con todo el mal y el sufrimiento que existe en el mundo.
Ese razonamiento dice que:
Un Dios bueno y todopoderoso existe
El mal y el sufrimiento existen
Por lo tanto, un Dios bueno y todopoderoso no existe
Con una sesión básica de Lógica (la materia) nos daremos cuenta de que este argumento no es nada deductivo. Dicha conclusión no deriva necesariamente de las dos postulaciones anteriores. Más bien, la conclusión se identifica como “probablemente cierta”; en esencia, no es más que un argumento probabilístico. El problema filosófico de un argumento adverso es que es muy débil, debido a que se basa en dos grandes suposiciones falsas.
Estas son:
Dios tiene solo dos características: es Bueno y Todopoderoso.
Dios no nos ha dado ninguna razón por la cual ha permitido el mal y el sufrimiento.
¿Dios es únicamente Bueno y Todopoderoso?
El problema del argumento mal fundado es que tergiversa el concepto islámico de Dios. Dios no es solo bueno y todopoderoso, sino que tiene muchos otro atributos y nombres, y todos ellos deben entenderse en conjunto, como un solo. Por ejemplo, uno de sus nombres es el Sabio. Como la naturaleza misma de Dios es sabia, se deduce que todo lo que Él decida está en perfecto alineamiento con Su sabiduría. Si algo tiene sabiduría detrás, tiene un propósito.
En respuesta, los escépticos suelen responder de la siguiente manera: «¿Pero por qué tiene que ponernos a prueba de tan mala manera?»
Esta respuesta desfigura erróneamente la posición islámica y atenta con falacia al argumentar desde la ignorancia. El punto es que, solo porque la sabiduría no se puede entender, no significa que no exista.
Este razonamiento es típico de los niños pequeños. Muchos niños son regañados por sus padres por algo que quieren hacer. Por ejemplo, al querer beber un líquido tentador de color marrón dorado -también conocido como wiski-. Los niños pequeños se pondrán a llorar, o tendrán una rabieta, porque piensan “lo malos que son mamá y papá” por no dejarlos beber eso. Todavía no pueden darse cuenta de la sabiduría detrás de que se les impide tomar licor.
El Corán usa historias y narrativas para inculcar esta comprensión en la mente del lector. Tomemos, por ejemplo, la historia de Moisés y Khidr:
«Así que los dos se volvieron atrás, repasaron sus pasos y encontraron a uno de Nuestros siervos, un hombre al que habíamos concedido parte de Nuestra misericordia y agraciado con algo de Nuestro conocimiento.
Moisés le dijo [a Khidr]: ‘¿Puedo seguirte para que me enseñes algunas de las directrices correctas que sabes?’
El hombre [Khidr] le dijo: ‘No podrás soportarme pacientemente. ¿Cómo puedes ser paciente en asuntos más allá de tu conocimiento?
Moisés le dijo: ‘Si Dios quiere, me encontrarás paciente. No voy a desobedecerte de ninguna manera.
El hombre [Khidr] dijo: ‘Si me sigues, entonces, no me consultes nada de lo que haga antes de yo mencionártelo’. Fue así como emprendieron el viaje.
Más tarde subieron a un bote y el hombre hizo un agujero en él. Moisés le dijo: ‘¿Cómo pudiste hacer un agujero en él? ¿Quieres ahogar a sus pasajeros? ¡Haz hecho algo grave!
[Khidr] respondió: ‘¿No te dije que nunca serías capaz de mostrarme paciencia?’
Dijo Moisés: ‘No lleves a mal mi olvido y no me sometas a una situación demasiado difícil’.
Continuaron su viaje hasta llegar a un niño a quien el hombre lo mató. Moisés dijo: ‘¿Cómo pudiste matar a una persona inocente? ¡No ha matado a nadie! ¡Qué cosa tan terrible has hecho!
[Khidr] respondió: ‘¿No te dije que nunca serías capaz de tenerme paciencia?’
Moisés le dijo: ‘De ahora en adelante, si te consulto cualquier cosa que hagas, aléjame de tu compañía, ya no me quedan más excusas frente a ti’.
Entonces siguieron su viaje hasta llegar a un pueblo donde pidieron comida a sus habitantes, pero les negaron hospitalidad; y encontraron un muro allí que estaba a punto de caerse y el hombre lo enderezó.
Moisés dijo: ‘Pero si hubieras deseado podrías haber exigido el pago por hacer eso’.
[Khidr] dijo: ‘Aquí es donde tú y yo nos separamos; pero antes te diré el significado de las cosas que no tuviste paciencia: el barco pertenecía a personas pobres que vivían del mar (la pesca) y lo dañé porque venía tras ellos un rey que se apoderaba de los navíos por la fuerza.
En cuanto al niño, él tenía padres que eran dos creyentes, y por ello temimos que los llevara a la iniquidad e incredulidad, y deseamos que su Señor le reemplazara con otro hijo que fuese más puro y compasivo.
El muro pertenecía a dos jóvenes huérfanos en la ciudad y había un tesoro enterrado debajo de este que les pertenecía. Su padre había sido un hombre justo, así que tu Señor pretendía que alcanzaran la madurez y luego desenterraran su tesoro como misericordia de tu Señor. No hice [nada de esto] por mi propia voluntad. Estas son las explicaciones de aquello que no pudiste tener paciencia». [6]
Al comentar sobre los versículos anteriores, el erudito clásico de la exégesis coránica, Ibn Kazîr, explicó que Khidr fue a quien Dios le había dado conocimiento de esas realidades, pero se las había privado a Moisés.
Con referencia a la declaración de Khidr: «En verdad, nunca podrás tener paciencia conmigo», Ibn Kazîr escribe lo que esto significa:
«No podrás acompañarme (pacientemente) cuando me veas haciendo cosas que van en contra de tu ley, porque tengo conocimiento de Allah, cosas que Él no te ha enseñado, y tú tienes (otro) conocimiento de Allah y cosas que Él no me ha enseñado». [7]
En resumen, la sabiduría y el conocimiento de Dios son ilimitados y completos, mientras que nosotros los seres humanos tenemos solo detalles de aquello.
Por ello, vemos como Ibn Kazîr explica que el versículo: “¿Y cómo podrías tener paciencia sobre un asunto del que no tienes conocimiento?” Dice: El versículo significa:
«Porque sé que me denunciarás de manera justificada (a tu ley), pero conozco la sabiduría de Dios y veo los intereses (divinos) ocultos que tú no puedes verlos». [8]
La opinión de que todo lo que sucede está en línea con una sabiduría divina, es poderosa y positiva. La sabiduría que vemos manifestada de Dios no contradice con otros aspectos de Su naturaleza, como su perfección absoluta e infinita bondad. Por lo tanto, todo mal y sufrimiento es, en última instancia, parte de un gran plan Divino.
Esto evoca respuestas psicológicas positivas en los creyentes, porque al final, todo mal y sufrimiento tiene un propósito que es sabio y bueno. El erudito clásico del siglo XIV, Ibn Taimiya, resume este punto diciendo:
“Si Dios, -exaltado sea- es el Creador de todo, significa que Él crea el bien y el mal, y ello está en congruencia con un sabio propósito que tiene; en virtud del cual, su accionar es bueno y perfecto”. [9]
¿Dios no nos ha dado ninguna razón?
Una suficiente respuesta a la segunda suposición es proporcionar un fuerte argumento de que Dios ha justificado las razones para permitir el sufrimiento y el mal en el mundo.
La riqueza intelectual de la teología islámica nos proporciona muchas razones, algunas de las cuales incluyen:
El propósito principal del ser humano no es disfrutar de una sensación transitoria de alegría, sino lograr una profunda paz interna a través de conocer y adorar a Dios. Al cumplir este con este propósito propuesto por Dios, el hombre tendrá como resultado la felicidad eterna. Si hacemos de este nuestro propósito principal, otros aspectos de la experiencia humana pasarán a ser secundarios. Dios dice: “No he creado a los genios y a los hombres, sino para que me adoren”. [10]
Como ya se mencionó anteriormente, Dios nos envió a este mundo para ser puestos prueba, de manera que es una parte inevitable sufrir en la vida y ver maldad. El Corán dice: “Él es Quien creó la muerte y la vida para probarlos y distinguir quién obra mejor. Él es el Poderoso, el Perdonador.” [11]
Pasar dificultades y sufrimiento nos permite percatarnos y conocer algunos de los atributos de Dios, como «el Victorioso» y «el Sanador». Sin el dolor y el sufrimiento en las enfermedades no apreciaríamos el atributo de Dios como Aquel que sana y cura. Conocer a Dios es un bien mayor, y vale la pena experimentar el sufrimiento y el dolor, ya que eso significará el cumplimiento de nuestro propósito principal.
El sufrimiento permite la existencia de un bien de segundo orden. El bien de primer orden es interpretado como el placer físico y la felicidad, y en la otra mano, el mal de primer orden es dolor físico y la tristeza. Pero un bien de segundo orden es un bien que eleva el espíritu, por ejemplo, la valentía. El valor de esa característica se aprecia en presencia de su opuesto, la cobardía.
Dios nos ha dado el libre albedrío y este incluye elegir malas acciones. Esto explica el porqué del mal personal, que es el sufrimiento causado por el ser humano. Alguien podría argumentar lo siguiente: ¿Por qué Dios no nos da la opción de hacer el bien y el mal, pero siempre asegurándose de que elijamos solo el bien?
El problema de ese planteamiento es que el bien y el mal perderían sus significados si Dios siempre se asegurara de que elijamos solo el bien. Veamos el siguiente ejemplo: alguien apunta a tu cabeza con una pistola cargada y te pide que des caridad. Obviamente se lo das, pero, ¿tiene algún peso moral esa acción…? No lo tiene.
Conclusión
Una serie de respuestas al “problema del mal” se han discutido aquí; pero en última instancia, la completa ausencia de maldad o sufrimiento apuntaría hacia la una perfección absoluta, pero eso es algo que está reservado para Dios. La vida en la tierra nunca podrá ser un paraíso. El paraíso solo puede ser ganado por aquellos que ganen ese mérito y pasen la prueba dificultosa de esta existencia mundana.
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Referencias ¿Por qué Dios permite la maldad en el mundo?
[1] Narrado por Tirmizi[2] Corán 2:214
[3] Corán 2:286
[4] Teología Islámica Vs. el Problema del Mal, por Abdul Hakim Murad
[5] Corán 67:2
[6] Corán 18:65-82
[7] Tafsir Ibn Kazîr
[8] Ibid.
[9] Minhaj As-Sunnah 3:142/2:25
[10] Corán 51:56-57
[11] Corán 67:2