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“¡Sin duda, Darwin tenía razón… la evolución nos creó, no fue Dios!”, exclama el orador en una sala de conferencias abarrotada de gente que asiente afirmativamente. “¡…Y solo las personas ignorantes niegan estas pruebas científicas!”.
Así concluye la presentación de un día completo sobre la teoría de la evolución, la de Darwin, donde se han mostrado “evidencias” de fósiles, anatomía, embriología, genética, bioinformática y biogeografía, asumiendo que estas pruebas son suficientes para socavar la fe que una persona racional pueda tener en un creador.
¿Cómo reaccionarías a eso?
La mayoría de gente simplemente acepta lo que se les dice y siguen a la multitud. Nadie quiere jugarse el papel del extraño.
Se ha vuelto muy popular la idea de que la teoría de Darwin es un hecho incuestionable y de que Dios no existe debido al descubrimiento científico de la evolución.
Hoy día podemos encontrar estas ideas hechas eco en las redes sociales, en documentales, en los libros de ciencia más vendidos, e incluso entre algunas celebridades que impulsan esta narrativa.
Sin embargo, todas las personas, religiosas o no, deberían estar de acuerdo en que aceptar algo sin analizarlo críticamente sería un seguimiento ciego, y eso no es algo bueno.
Con la lectura de este artículo descubriremos que existe una gran diferencia entre la comprensión pública y la comprensión académica de los siguientes tres postulados:
1) La ciencia conduce a la certeza
2) La teoría de la evolución de Darwin es indiscutible
3) La teoría de la evolución de Darwin desemboca en el ateísmo
En la percepción popular, estas afirmaciones son ciertas, sin embargo, desde un punto de vista puramente académico, son falsas. Nos ocuparemos de cada una de ellas a continuación.
Postulado 1: La ciencia conduce a la certeza
Aunque existe un amplio debate filosófico en cuanto a qué es “ciencia”, no hay un consenso claro sobre su definición precisa. Sin embargo, en aras de tener una comprensión básica de cómo funciona, debemos saber que los científicos siguen los siguientes pasos:
Identificación de un problema |
Construcción de una hipótesis |
Probar la hipótesis mediante observación y experimento |
Si la hipótesis falla, deben regresar y reformular la hipótesis, o descartarla y venir con una nueva hipótesis |
Si es exitosa, publicar los resultados y convocar a otros científicos a que la prueben (esto se conoce como revisión por pares) |
Si la revisión por pares es exitosa, la hipótesis se eleva al estado de una teoría |
El resultado final de este proceso científico es una teoría, el cual representa es el nivel más alto de certeza que la ciencia puede lograr.
Una idea errónea común es que los hechos o las leyes científicas tienen más peso que una teoría, pero eso no es cierto.
Las teorías científicas incluyen observaciones, hechos, leyes y, a veces, pruebas matemáticas, pero las teorías son el resultado final real del método científico.
Hay más de lo que se puede hablar acerca de la ciencia de lo que se ha expuesto hasta ahora, pero esto es suficiente para comprender los elementos más básicos del método científico.
Las teorías científicas, sin importar cuán exitosas sean, aún podrían cambiar, puesto que siempre puede haber una nueva observación que conduzca a una conclusión contraria a la que se tenía previamente. Por ejemplo, consideremos a un científico que está tratando de averiguar de qué color son los cisnes y pasa 20 años viajando por el mundo y documentando miles de cisnes, los cuales todos son blancos. Por tanto, llega a la conclusión: “todos los cisnes son blancos”. Pero llega un día y ve un cisne negro. En consecuencia, su teoría de que todos los cisnes son blancos, es probada falsa. Este problema, del “Cisne negro” (formalmente conocido como el problema de la inducción) es bien conocido dentro de la filosofía de la ciencia, y es la razón por la cual los filósofos están de acuerdo en que la ciencia no puede darnos verdades absolutas y eternas.
La cantidad de conocimiento que los científicos tienen es finita y hay un sinfín de cosas que se desconocen. Creer en este principio no hace a una persona anti-ciencia, sino que meramente es la forma en que es la realidad.
Imaginemos cuánto progreso tendríamos hoy si no se permitiera a los científicos cuestionar las conclusiones pasadas… ¡No habría progreso alguno! La ciencia no es una colección de verdades eternas, y nunca tuvo la intención de serlo tampoco.
Aunque el público en general vincula a la ciencia con la verdad absoluta, los filósofos de la ciencia no lo hacen. Esta es la razón por la cual muchos libros de filosofía de la ciencia, dan advertencias tales como este:
“La ciencia es revisable. Por lo tanto, hablar de ‘prueba’ científica es peligroso, porque el término fomenta la idea de conclusiones que están grabadas en piedra”.
Alguien podría argumentar que no toda la ciencia está sujeta a cambios ya que sabemos que existen fósiles de dinosaurios, estrellas, la fórmula química del agua es H20, que el ADN es un código genético, y que ninguna observación futura puede desmontar estos hechos ya concretados.
Sin embargo, esos hechos son observaciones y no son ciencia o hechos científicos. Solo se considera “ciencia” cuando, a través del proceso del método científico, se utilizan observaciones para construir y probar hipótesis y teorías. Las observaciones en sí mismas no son ciencia, son simplemente observaciones. Las observaciones pueden usarse para construir la ciencia, pero también pueden usarse para construir la pseudociencia. Por ejemplo, la existencia de las estrellas se puede utilizar en un campo científico legítimo, como la astronomía, pero también es usado por “adivinos” para hacer “predicciones futuras” dentro del campo de la astrología. La ciencia es mucho más que simples observaciones. Por lo tanto, afirmar que las observaciones son científicas sería un error de gran categoría.
Otra forma de afirmar que sabemos que la ciencia nos está aportando la verdad, es porque ésta funciona. No obstante, muchos filósofos se han empeñado en dejar claro que no porque algo funcione, debamos decir que sea cierto.
La teoría del flogisto es un buen ejemplo para probar este punto. Los primeros químicos postularon la teoría de que dentro de todos los materiales combustibles existía una sustancia llamada flogisto. En otras palabras, consideraban que cuando se quema un material combustible, se libera flogisto. Cuanto más combustible era un material, más flogisto contenía. La teoría les funcionó tan bien, que en 1.772 Dan Rutherford la utilizó para explicar el descubrimiento del nitrógeno. Sin embargo, con el tiempo se descubrió que el flogisto era una teoría falsa, puesto que el flogisto como sustancia no existe.
Otro ejemplo lo tenemos a principios del siglo XX, la física parecía bien ordenada y establecida con el modelo newtoniano del universo. Nadie lo había desafiado durante más de 200 años, ya que funcionaba muy bien y producía resultados fantásticos. Sin embargo, la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad general destrozaron la visión newtoniana del cosmos. La mecánica newtoniana suponía que el tiempo y el espacio eran entidades fijas, pero Albert Einstein demostró que eran relativas y dinámicas. Finalmente, después de un período de verdadera agitación, la relatividad general reemplazó el modelo clásico newtoniano del universo.
Estos son algunos de los muchos ejemplos que demuestran que una teoría puede funcionar y producir resultados sorprendentes, y que luego se descubre que es falsa, errónea o inexacta. La historia de la ciencia está plagada de falsas teorías que alguna vez se consideraron como verdaderas debido a su éxito predictivo, en lo que curiosamente, como los filósofos lo han señalado, han habido casos en que los aspectos incorrectos de algunas teorías erróneas fueron responsables de un nuevo éxito predictivo. Pero la lección es obvia: no sólo porque algo funciona significa que sea cierto.
Este hecho ha sido reconocido durante mucho tiempo por filósofos e historiadores de la ciencia:
“Históricamente, existen muchos casos de teorías que ahora sabemos que son falsas, pero que fueron empíricamente bastante exitosas”.
Recordemos aquél dicho anglosajón: Los giros científicos en U no se preocupan por quién está sentado en el asiento del pasajero. Incluso las cosas que más parecían obvias, innegables y dadas por sentado, pueden ser revocadas.
Cada aspecto de la ciencia, incluso las subteorías que conforman las teorías más grandes en cada campo, pueden revisarse sus conclusiones. La historia de la ciencia nos ha demostrado esta tendencia, por lo que hablar de hechos científicos de características inmutables no es correcto.
Tampoco es práctico. Todas las teorías científicas son un trabajo en progreso y modelos aproximados. Si alguien afirma que existen verdades científicas absolutas, ¿cómo explica el hecho de que la mecánica cuántica y la relatividad general, ambas aceptadas por los físicos, se contradicen entre sí en un nivel fundamental? Ambas no pueden ser verdaderas en un sentido absoluto. Sabiendo esto, los físicos asumen que ambas son modelos de trabajo y no las etiquetan como “absolutamente ciertas”.
Por lo tanto, la idea de que los hechos científicos son definitivos, es engañosa, poco práctica y peligrosa para el progreso científico. Los historiadores y filósofos de la ciencia han expresado su oposición al uso de dicho lenguaje.
Algunos ateos se burlan de las escrituras religiosas por su “incapacidad” para dar respuestas a las “verdades duras” de la ciencia. Hay muchas discusiones en Internet, y en otros espacios, bajo títulos como “Ciencia versus Ortodoxia religiosa”. Sin embargo, a la luz de la discusión anterior, vemos como se ha creado una falsa dicotomía entre religión y ciencia. No es tan simple como: aceptas el uno o el otro.
La ciencia es la aplicación de la razón al mundo natural. Busca entender cómo funciona el mundo. El Corán también se refiere a los fenómenos naturales, pero inevitablemente han existido momentos de convergencia y conflictos entre el Corán y la ciencia. Cuando surge un conflicto, no hay razón para afirmar que el Corán está equivocado. Hacerlo sería asumir que todas las conclusiones científicas son verdaderas en un sentido absoluto y que son inmutables, lo cual es evidentemente falso. La historia ha demostrado que la ciencia revisa sus conclusiones y la filosofía muestra por qué lo hace. La ciencia no nos proporciona la verdad, sino que nos brinda teorías instrumentalmente útiles.
Si la ciencia entrase en conflicto con el Corán -y después de agotar un intento de reconciliación- no significa que el Corán esté equivocado y tampoco significa que debamos rechazar la ciencia. Existen buenos argumentos independientes para justificar la afirmación de que el Corán es la Palabra de Dios (ver el libro: El desafío eterno).
Los musulmanes tienen sus razones para creer que lo que dice el Corán es verdad. Ellos también pueden aceptar la ciencia que entra en conflicto con el Corán (por ejemplo, algunos aspectos de la evolución darwiniana) y considerarlo como el modelo actual que mejor funciona; pero entienden que no sería certera en todo sentido. Los musulmanes pueden aceptar todas las teorías científicas prevalecientes como modelos de trabajo y al mismo tiempo considerar al Corán como verdadero.
Es importante tener en cuenta que el conocimiento científico y la revelación divina tienen dos fuentes diferentes. Uno proviene de la limitada mente humana, el otro es de Dios. Dios tiene la imagen completa, nosotros solo tenemos un pixel de esa imagen. Los musulmanes pueden aceptar la ciencia y el Corán como fuentes de conocimiento, sin embargo, cuando surja un conflicto entre ambos, no le darían a la ciencia mayor peso -en términos de conocimiento- que al Corán, porque tienen fuertes razones para confiar en la Palabra revelada y saben que cualquier teoría científica puede ser revocada más tarde.
Curiosamente, en el siglo pasado hubo una contradicción frontal entre el Corán y la ciencia; luego la ciencia cambió de postura y quedó alineada con el Corán.
Hasta la década de 1950, todos los físicos -incluido Einstein- creían que el universo era eterno. Todos los datos recolectados respaldaban eso, y esta creencia estaba en conflicto con el Corán. El Corán declara explícitamente que el universo tuvo un comienzo. Quienes pensaban que la ciencia nos da la verdad absoluta pudieron haber usado esa situación para afirmar que el Corán estaba equivocado y, por lo tanto, no podía ser la palabra de Dios.
Sin embargo, las nuevas observaciones, con la utilización de potentes telescopios avanzados, hicieron que los físicos abandonaran el modelo de estado permanente del universo y lo reemplazaran con el modelo del Big Bang (un universo con un comienzo). Entonces, la ciencia se alineó con el Corán.
Eso no significa que el Corán sea un “libro científico”, y tampoco queremos argumentar eso. El Corán es un libro de signos divinos y no da detalles sobre los fenómenos naturales. La mayoría de las cosas a las que se refiere se pueden entender y verificar a simple vista. Los versículos que apuntan hacia el mundo natural tienen el objetivo principal de resaltar el poder, la majestad y la sabiduría de Dios. Su papel no incluye dilucidar detalles científicos.
La ciencia puede cambiar con el tiempo, sin embargo, el hecho de que los fenómenos naturales encierran fuerza y sabiduría detrás de los mismos, es una realidad eterna.
Lo que resulta de esto es que la falsa dicotomía entre el Corán y la ciencia, que algunos ateos postulan, no funciona. La ciencia no socava la autenticidad del Corán y tampoco los musulmanes quieren nulificar la ciencia, incluso si ésta entrase en conflicto con sus creencias.
Postulado 2: La teoría de la evolución de Darwin es un hecho
Esta imagen, la de una línea de simios que evolucionan progresivamente hasta convertirse en un ser humano, es una de las imágenes más icónicas del mundo y universalmente reconocida. No necesita subtítulos o traducciones para entender a qué refiere. Incluso, quien no sabe nada sobre la evolución, es probable que haya visto esta imagen en algún anuncio u otro sitio e imagine cómo funciona la evolución.
Tan popular que es esta imagen… ¡siendo falsa!
Primero, hay que aclarar que esta no es la forma en que funciona la evolución, sino una tergiversación de cómo funciona la teoría. Los biólogos se han quejado durante mucho tiempo sobre cómo esta visión popular del progreso evolutivo es simplemente errónea. En la revista Nature, que es la publicación periódica científica más antigua y prestigiosa del mundo, Henry Gee, paleontólogo, biólogo evolutivo y editor principal de Nature dijo sobre esta icónica imagen:
“La idea de la evolución humana como una historia de inevitable progreso es, sin embargo, una parodia, y no tiene mucho que ver con Darwin. La visión bastarda de la evolución, que se ha convertido en una parte tan importante de la conciencia general –tanto que es como una fruta muy baja–, se debe mucho a Ernst Haeckel, el fanático número uno de Darwin en Alemania”.
¿Cómo nos sentimos ahora al saber que algo que la mayoría de la gente cree que es cierto acerca de la evolución es incorrecto?
Por un lado, quizá sintamos curiosidad por conocer qué más cosas son de popular creencia acerca de la evolución pero que están erradas; y eso es bueno, porque de eso se trata este escrito. El objetivo de esto es brindarle al lector un cambio de paradigma para que se ponga a pensar en aquellas cosas que dio por sentadas; y que cuando termine de leerlo, entienda la diferencia significativa entre la forma en que el público percibe la evolución de Darwin y la forma en que los académicos la entienden.
A un nivel popular, la evolución darwiniana es tan cierta como el hecho de que la Tierra gira alrededor del sol. Sin embargo, académicamente, ningún biólogo ni filósofo de la ciencia afirma eso de tal manera, porque entiende que no hay verdades absolutas en el ámbito de la ciencia. Más bien, lo ven como una teoría científica válida que se encuentra dentro de un marco probabilístico, que tiene múltiples suposiciones y todavía existen cuestionamientos sobre sus ideas centrales. Ésta no es la opinión de algunos biólogos marginales, sino del fuerte de biólogos y filósofos de la ciencia.
En este punto, es importante tener en cuenta que cuando escuchamos argumentos como: “el 97% de los científicos creen en la evolución, así que tiene que ser cierto” , son argumentos de carácter engañoso. Es cierto que ellos lo creen, pero debemos dejar en claro en qué consiste esa creencia y en qué se basa.
No significa que crean que es absolutamente cierta, y que la aceptan como una teoría científica inequívocamente válida. Incluso el defensor más famoso de la evolución darwiniana hoy día, el profesor Richard Dawkins, no cree que sea enteramente correcta:
“Darwin puede ser triunfante a fines del siglo XX, pero debemos reconocer la posibilidad de que nuevos hechos salgan a la luz, lo que forzará a nuestros sucesores del siglo XXI a abandonar el Darwinismo o modificarlo más allá del reconocimiento (que tiene actualmente)”.
Los académicos a los que se hace referencia son biólogos seculares convencionales y filósofos de la ciencia. Ninguno de ellos cree en el creacionismo, el diseño inteligente, ni nada de eso. Es importante resaltar esto, ya que muchas personas piensan que solo las personas religiosas critican la teoría evolutiva.
Evolución y darwinismo
Lo primero que debemos hacer, es una distinción entre la evolución y la teoría de la evolución de Darwin, también conocida como darwinismo, o neodarwinismo.
Popularmente se cree que estos términos significan lo mismo, pero académicamente no lo es. ¿Entonces, cuál es la diferencia?
La evolución, como concepto general, significa “cambio biológico en el tiempo”. Por otro lado, la evolución darwiniana tiene dos partes: la historia de la vida, que está representada por un árbol donde todos los organismos que han vivido tienen un origen común y, en segundo lugar, la selección natural es el principal mecanismo impulsor de todo este cambio biológico.
La evolución es una observación básica en la naturaleza, podemos verla ante nuestros propios ojos. Este tipo básico de evolución es real, está sucediendo a nuestro alrededor, las poblaciones de mariposas cambian biológicamente con el tiempo, las bacterias desarrollan resistencia a la medicina, los peces pierden rasgos que son perjudiciales con el tiempo, etc. Nadie está en desacuerdo con que este tipo de evolución biológica sea omnipresente, y esto era bien conocido inclusive antes de Darwin. Hasta el ser humano más primitivo, que no ha tenido interacción con el mundo civilizado, estaría de acuerdo en que esta evolución es una observación innegable.
Sin embargo, la evolución darwiniana es mucho más que esta evolución básica observable; puesto que afirma que toda la vida evolucionó a partir de una sola célula y que todo el cambio biológico ocurrió principalmente debido a la selección natural.
Aunque es absolutamente claro que hay una diferencia abismal entre la evolución y el darwinismo, el público piensa que son lo mismo. Esta confusión no es intrascendente y se debe a que las personas combinan esta aparente evolución observable con la evolución darwiniana. Piensan que la evidencia de lo primero es evidencia de lo segundo, y esto simplemente no es cierto.
La evolución darwiniana tiene la tesis gemela del árbol de la vida y la selección natural, y eso requiere de evidencias más allá de la observación básica de la evolución misma. Aclarar esta distinción es importante. Entonces, quien afirma que son lo mismo y trata de sustentar la evolución darwiniana con las evidencias de la evolución común, está cometiendo un grave error.
La evolución darwiniana se basa en un marco probabilístico que tiene suposiciones y, lo que es más importante, existen continuas disputas y dudas sobre sus reclamos centrales.
Marco probabilístico
Desarrollar la historia de la vida en la Tierra es una tarea difícil por dos simples razones. En primer lugar, estamos hablando de algo que sucedió hace mucho tiempo. En segundo lugar, nos falta un conjunto de datos preocupantemente grande.
La vida ha existido por alrededor de 4 mil millones de años. El 99.999% de todas las cosas que alguna vez vivieron en este planeta se estima que están extintas y sin descubrir. Entonces, cualquier intento por parte de los biólogos de conformar una imagen de la historia de la vida y los desarrollos evolutivos, implica probabilidades, sobre-simplificaciones y especulaciones.
Para tener una idea de la magnitud de este problema, consideremos una analogía dada en la prestigiosa revista científica Science. En un artículo de ella, compararon la elaboración de la historia evolutiva de la vida humana con tener apenas trece páginas seleccionadas al azar de La guerra y la paz de León Tolstói.
La obra de Tolstói es una de las más grandes del mundo. Si nos dieran una copia de ese trabajo literario con todas sus páginas en blanco, a excepción de trece hojas escritas, ¿podría alguien afirmar que se puede llegar a una interpretación precisa de las líneas principales de la historia? Claro que no, ¡y qué diremos de alguno de sus detalles!
Se puede contemplar la historia evolutiva de la vida en la Tierra y llegar a una serie de interpretaciones diferentes, tales como: el origen único de la vida, o los orígenes múltiples de la vida, un ancestro común universal, o ancestros comunes múltiples, gradualismo, o cambios biológicos rápidos; cobertura de la vida, o árbol de la vida, o tal vez arbusto de la vida, o “red” de la vida. Y cualquier interpretación que se haga podría ser desafiada por otra alternativa.
Elaborar la historia y el desarrollo de la vida es una tarea bastante ardua. Es imposible dar una respuesta definitiva con respecto a ese tema. Cualquier respuesta dada hoy día por los biólogos es, en el mejor de los casos, algo probabilístico, sin poder argumentar con certeza qué pasó y cómo sucedió.
El árbol de la vida es un símbolo bien reconocido del darwinismo. Darwin asumió que toda la vida provenía de una célula que existió en algún momento del pasado remoto. Lenta y gradualmente se produjeron ramificaciones de diferentes especies como el patrón de un árbol. No se encuentra ningún libro sobre biología donde no se menciona el famoso árbol de la vida. Una vez más, popularmente, el árbol de la vida se da por sentado, pero dentro de la comunidad científica, éste se considera solo como un modelo.
El árbol de la vida se basa en la idea de la homología. La homología es la suposición de que las similitudes entre genes, anatomía, entre otros rasgos, se deben al origen común. Una vez más, en la percepción pública, se considera que la homología es una conclusión indiscutible, mientras que de hecho es solo una suposición científica. Nadie estuvo presente alrededor de miles de millones de años atrás para ver cómo una especie condujo a otra.
Como solo hemos observado el 0,0001% de la vida en la Tierra, cualquier “árbol” hecho para mostrar relaciones genealógicas es apenas tentativo, en el mejor de los casos. La homología, como suposición que es, es cuestionada por la homoplasia. La homoplasia es la observación de similitudes en datos genéticos y anatómicos que no se deben a un descenso común. En otras palabras, incluso cuando uno construye un árbol de la vida basado en el supuesto de la homología, algunas similitudes biológicas no son causadas por el mismo transcurso de un descenso evolutivo común.
Y ya sea que veamos al árbol de la vida como un todo, o como dos ramas de especies que se supone que tienen un ancestro común, todavía estamos lidiando con probabilidades basadas en suposiciones y no en hechos concretos. En la publicación de la Universidad de Cambridge Evidencia y evolución, la lógica detrás de la ciencia, se explica de la siguiente manera:
“Por lo tanto, los dos pensamientos siguientes son ingenuos: ‘los humanos y los chimpancés deben compartir un ancestro común porque son muy similares’ y ‘los hongos deben haber surgido independientemente porque son muy diferentes’. No existe un ‘debe ser’ dentro de un marco probabilístico” .
A continuación, veremos algunos de los muchos conceptos supuestos que tiene en realidad el marco probabilístico del darwinismo.
Suposiciones
Hay una serie de supuestos en los que se basa la evolución darwiniana y muchos de esos están siendo desafiados por nuevas evidencias y nuevas interpretaciones. Cubriremos tres supuestos y cómo están siendo desafiados.
El gradualismo
Darwin asumió que la evolución tiene lugar en pequeños pasos graduales: “constantes, lentos y continuos” dijo. Esta suposición de gradualismo es una parte esencial de la teoría de Darwin. De hecho, Darwin hizo de esto una condición que probaría como falsa a todo su marco conceptual: “Si se pudiera demostrar que existió algún órgano complejo, que posiblemente no se pudo haber formado por numerosas modificaciones sucesivas y leves, mi teoría se rompería por completo”.
Él no puedo encontrar ese caso, pero sin que la mayoría de la gente lo sepa, el gradualismo siempre ha sido controversial entre la comunidad de paleontólogos, y sólo en las últimas décadas algunos de ellos salieron a la luz y expresaron sus dudas.
El paleontólogo Stephen J. Gould explica el problema con esta suposición:
“La historia de la vida está más adecuadamente representada por una imagen de ‘equilibrios puntuados’ que por la noción de gradualismo filético. La historia de la evolución no es una de desarrollo majestuoso, sino una historia de equilibrios homeostáticos, perturbada solo ‘raramente’ (es decir, en vez de frecuentemente en la línea del tiempo) por eventos rápidos y episódicos de especiación”.
Lo que el profesor Gould está diciendo aquí es que, aunque esperamos ver cambios graduales lentos y constantes en las especies, los restos fósiles muestran lo contrario, cambios rápidos en las características biológicas. Gould fue probablemente el mayor crítico público del gradualismo, pero desde entonces, muchos más biólogos han desafiado el gradualismo.
La transferencia horizontal de genes
El darwinismo supone que los genes solo se transmiten verticalmente, es decir, de padres a hijos. Esta suposición se vio sometida a una enorme presión en los últimos años con el descubrimiento de un proceso conocido como transferencia horizontal de genes (THG), que es cuando los genes se pasan horizontalmente entre especies.
Inicialmente, se suponía que THG era un componente de menor trascendencia de la historia general de la vida, ya que todavía se pensaba que las funciones ‘opcionales-adicionales’, como la resistencia a los antibióticos, las funciones biológicas centrales (como la replicación del ADN y la síntesis de proteínas) se transmitían verticalmente. Sorprendentemente, se demostró que este punto de vista era incorrecto, puesto que la THG estaba sucediendo en todas partes; de manera que eso complicó la imagen clara que el darwinismo trataba de pintar.
Al comentar sobre la forma en que procesos como THG han tensado la visión simplista tradicional del darwinismo, el biólogo evolutivo Michael Rose dijo que “La complejidad de la biología es comparable a la mecánica cuántica”.
La THG tomó por sorpresa a la comunidad de biólogos. Algunos han tratado de comprenderlo desesperadamente dentro del marco darwiniano, mientras que otros se dieron cuenta de que no funciona y necesitan un nuevo enfoque.
El egoísmo darwiniano
El darwinismo supone que la única razón de nuestra existencia es preocuparnos egoístamente por nuestra propia supervivencia y reproducción. Esta es la visión darwiniana estándar de los evolucionistas actuales que ven como válida la teoría de Darwin y la de los primeros contemporáneos a Darwin también.
Thomas Huxley (infamemente conocido como el bulldog de Darwin) argumentó en Evolution and Ethics (1893) que “la vida era una lucha libre y continua para la supervivencia del más apto”. Dawkins, en una línea similar, escribe sobre nuestros ‘genes egoístas’ y dice que “están en ti y en mí; nos crearon cuerpo y mente; y su preservación es la razón fundamental de nuestra existencia”.
El problema obvio con este punto de vista de Huxley -y aquellos que después de él se suscribieron- es que los seres humanos son irremediablemente inclinados al altruismo. Nos preocupamos mucho por los demás, por su propio bien, y no siempre actuamos de manera egoísta.
Para tratar de solucionar este “problema del altruismo” se presentaron dos teorías: la selección de parentesco y el altruismo recíproco.
La selección de parentesco es la estrategia evolutiva que favorece el éxito reproductivo de los parientes de un organismo, incluso a costa de la propia supervivencia y reproducción del organismo. La razón de esto es que nuestros parientes llevan nuestros genes, y son nuestros genes los que queremos transmitir, incluso si eso pone en peligro a nuestra propia vida. Cuanto más cerca están los parientes, más genes compartiremos.
El biólogo JBS Haldane lo expresó de esta manera: “Daría mi vida por tener dos hermanos u ocho primos”.
Pero la selección de parentesco no explica por qué nos preocupamos por los no parientes. Los darwinistas también han intentado desarrollar una respuesta para esto: La teoría del altruismo recíproco, que se invoca para explicar por qué nos preocupamos por los demás.
Esta teoría sostiene que beneficiamos a los demás porque sabemos que ‘nos devolverán el favor’. Ejemplo: tú me rascas la espalda y yo te rasco la tuya. En otras palabras -las del biólogo evolucionista George Williams- explica que es la moral:
“Una capacidad producida accidentalmente, en una forma de estupidez ilimitada, por un proceso biológico que normalmente se opone a la expresión de dicha capacidad”.
El verdadero problema con el altruismo recíproco es que no explica por qué muchas personas dan caridad de forma anónima, o por qué tenemos buenos gobiernos que recaudan impuestos para entregar ayuda a hospitales que velan por la supervivencia “de los no aptos”, o por qué las personas se preocupan por los animales, o por los edificios antiguos de valor cultural, y por qué estas personas están dispuestas a morir por sus valores e ideales.
El filósofo científico David Strove, en su libro Darwinian Fairytales, desafía estas explicaciones darwinianas y argumenta que están fundamentalmente en desacuerdo con nuestra naturaleza:
“Si has preparado esa cama incómoda, entonces tendrás que acostarte en ella; y una de sus molestias menores será la siguiente: que tendrás que reconciliarte toda tu vida con realizar ese truquito evasivo del que Hume se quejó con derecho. Es decir, llamar a ciertos hechos de la realidad -como el altruismo humano- un ‘problema’ o una ‘dificultad’ de tu teoría; mientras que cualquiera que no esté totalmente cegado por el darwinismo, puede ver que esos hechos son, en realidad, una demostración de la falsedad de la misma”.
Aunque la gran mayoría de los biólogos aceptan la visión egoísta de los genes, algunos biólogos y filósofos están cuestionando la existencia del gen egoísta como una suposición, porque contradice nuestros instintos morales.
Estas son algunas de las suposiciones de la teoría que están siendo desafiadas por nuevas pruebas o nuevas interpretaciones. El punto de mencionar estos casos supuestos y cómo se están cuestionando, es mostrar la naturaleza cambiante de las ideas científicas y clarificar que existe una discusión en desarrollo. Aunque la mayoría de los biólogos aceptan las tantas conjeturas del darwinismo, otros son más críticos como el célebre biólogo de la Universidad de Oxford Denis Noble, que afirma que “todas las suposiciones centrales del neodarwinismo han sido refutadas”.
Lo importante aquí, es que existe un crítica muy académica al darwinismo… y eso es lo que uno esperara, porque en la ciencia nada está grabado en piedra.
Cuestionamientos
Otro asunto importante que sopla en contra la veracidad del darwinismo, es la existencia de cuestionamientos dentro de la misma teoría a nivel conceptual y filosófico también.
La idea central de Darwin era que la selección natural es el mecanismo impulsor de la evolución. Esta es la tesis principal en su libro El origen de las especies.
La selección natural, como fuerza creativa, es también una de las cosas que el público en general considera como un hecho indiscutible. Será entonces para muchos una gran sorpresa conocer que ésta no sea aceptada como una ‘verdad definitiva’ por todos los biólogos. De hecho, está siendo ahora mismo cuestionada y desafiada.
La galardonada bióloga evolucionista Lynn Margulis explica esto:
“Este es el problema que tengo con los neodarwinistas: enseñan que lo que genera novedad (genética) es la acumulación de mutaciones aleatorias en el ADN, en una dirección establecida por la selección natural. De manera que si quieres huevos más grandes, sigues seleccionando las gallinas que ponen los huevos más grandes, y así obtienes huevos cada vez más grandes. Pero también obtienes gallinas con plumas defectuosas y patas tambaleantes. La selección natural elimina y quizás mantiene, pero no crea” .
Margulis es una científica, de entre muchos otros biólogos, que en los últimos años han criticado la capacidad de la selección natural.
En 2016, la sociedad científica más antigua y prestigiosa, Royal Society of London (Sociedad Real de Londres), reunió a influyentes biólogos evolutivos de todo el mundo para discutir este mismo problema. Los biólogos se dividieron en dos grupos. Uno creía que la selección natural era, como dijo Darwin, la fuerza impulsora de la evolución. El otro estaba muy en desacuerdo. Llegaron a proponer alternativas con las que trataron de resolver problemas que el mismo darwinismo no pudo; he aquí están tres de estos:
Evolución por ingeniería genética natural (EIGN por sus siglas en inglés)
Según la teoría darwiniana estándar, la aleatoriedad de las mutaciones es la arcilla con la que la selección natural da forma a todo tipo de especies nuevas. Aunque esto se ha enseñado y explicado en numerosas publicaciones y documentales de conocimiento público, algunos teóricos de la evolución afirman que no hay evidencia que soporte que las mutaciones aleatorias puedan hacer algo útil.
James Shapiro es uno de los biólogos innovadores que desafía este pilar central del darwinismo. El profesor Shapiro está utilizando investigaciones contemporáneas sobre mutaciones para crear un paradigma evolutivo completamente nuevo. En su libro Evolución: una visión desde el siglo XXI, Shapiro explica por qué la evolución por ingeniería genética natural (EIGN) puede ser un mejor modelo que la evolución darwiniana clásica.
Evolución neo-lamarckiana
Aunque Lamarck fue ignorado durante mucho tiempo, en los últimos años algunos biólogos han comenzado a revisar sus ideas y han desarrollado una teoría conocida como evolución neo-lamarckiana.
El darwinismo asume que las características adquiridas en vida no se pueden heredar, lo único que se hereda de los padres es el ADN que es fijo, y cualquier cambio en sus hijos se debe a mutaciones aleatorias. Entonces, bajo esta suposición, el hecho de que alguien tenga una dieta pobre no afecta a su ADN ni el de sus hijos.
Los defensores del neo-lamarckismo argumentan en contra de esto. Creen que el estilo de vida afecta la expresión del ADN de una persona y el de sus hijos directamente. Los neolamarckistas se basan en estudios recientes para apoyar su punto de vista. Consideran no solo que las características adquiridas puedan heredarse, sino también que estas conducen a algunos cambios evolutivos importantes.
Evolución dirigida por mutaciones (mutacionismo, neo-mutacionismo)
El mutacionismo supone que la evolución está impulsada por grandes mutaciones, no por pequeños pasos que se van incrementando. Este mecanismo desafía la idea del gradualismo darwiniano y la selección natural como la principal fuerza impulsora detrás del cambio evolutivo. Aunque el mutacionismo fue descartado hace décadas, en los últimos años el biólogo evolucionista Masatoshi Nei propone una versión renovada del mutacionismo. Nei es un científico reconocido, respetado y premiado, cuyo trabajo es ampliamente utilizado en genética de poblaciones. En su libro Mutation Driven Evolution discute cómo los desarrollos en biología molecular están desafiando las predicciones darwinianas y cómo puede funcionar una nueva alternativa. Nei se opone a plena voz a la hegemonía darwiniana y a la incuestionable fe que se deposita en ella. Escribe:
“Darwin es como un dios en la evolución, así que no puedes criticarlo. Si lo haces, eres tildado de arrogante. Pero cada vez que una teoría científica se trata como un dogma, hay que cuestionarla. El dogma de la selección natural ha existido desde hace mucho tiempo y la mayoría de la gente no lo ha cuestionado. La mayoría de los textos todavía afirman que esto es así. La mayoría de los estudiantes son educados con estos libros. Tienes que cuestionar el dogma. Usa el sentido común. Tienes que pensar por ti mismo, sin preconceptos. Eso es lo importante en la ciencia”.
Es falso afirmar que todos los biólogos y científicos están de acuerdo con la evolución darwiniana. La noción popular de que solo los científicos que son religiosos desafían el darwinismo carece de fundamento. De hecho, existe un proyecto establecido por académicos titulado Third Way of Evolution (La tercera vía de la evolución) en el que los biólogos dejan en claro que no se suscriben al darwinismo ni a una alternativa de carácter religioso:
“La gran mayoría de las personas creen que solo hay dos formas alternativas de explicar los orígenes de la diversidad biológica. Una de ellas es el creacionismo, que depende de la intervención de un Creador divino. Eso es claramente no-científico porque trae una fuerza sobrenatural arbitraria al proceso de la evolución. La otra alternativa, comúnmente aceptada, es el neodarwinismo, que es claramente una ciencia naturalista pero que ignora mucha evidencia molecular contemporánea e invoca a un conjunto de supuestos no respaldados que giran entorno a la naturaleza accidental de la variación hereditaria. El neodarwinismo ignora, además, importantes procesos evolutivos rápidos, como la simbiogénesis, la transferencia horizontal de ADN, la acción de ADN móvil y las modificaciones epigenéticas. Además, algunos neodarwinistas han elevado la selección natural a una fuerza creativa única que resuelve todos los problemas evolutivos difíciles sin una base empírica real. Muchos científicos de hoy ven la necesidad de una exploración más profunda y completa que abarque todos los aspectos del proceso evolutivo” .
Los académicos de Third Way of Evolution incluyen biólogos y filósofos de prestigiosas universidades como la de Oxford, Cambridge, Princeton, MIT, Harvard, entre otras.
Es evidente que hay un desacuerdo válido en la comunidad de biólogos sobre los aspectos más fundamentales de la teoría de Darwin. Eso tampoco significa que el darwinismo sea inválido o anticientífico. Sigue siendo la principal teoría científica para explicar el cambio biológico; además, la mayoría de los biólogos se suscriben a ésta.
La mención anterior de los desacuerdos de la comunidad científica se hace únicamente para mostrar que el darwinismo no es una “verdad eterna” tallada en piedra. Conocer la historia y la filosofía de la ciencia hace que estas disputas no sean sorprendentes. De hecho, la diferencia de opinión es exactamente lo que uno espera de los científicos, ya que se supone que no deben dar nada por sentado.
El darwinismo tiene dos partes principales, una historia de evolución (árbol de la vida) y un mecanismo de evolución (la selección natural). Ambos son interdependientes. Si el mecanismo es inadecuado, la historia se ve directamente cuestionada. Curiosamente, aunque popularmente se considera que el mecanismo de selección natural es una verdad inmutable, académicamente es bien sabido que existen en ella problemas importantes, como explicó lo el biólogo Gerd B. Müller:
“Un creciente número de publicaciones defiende una importante revisión, o incluso un reemplazo, de la teoría estándar de la evolución, lo que indica que esto no puede descartarse como una visión minoritaria, sino que es un sentimiento generalizado entre científicos y filósofos por igual” .
El público puede percibir al darwinismo como cierto, pero eso es indefendible académicamente. Esta teoría se basa en un marco probabilístico que tiene suposiciones y hay cuestionamientos sobre sus ideas centrales. Y aunque es una teoría científica válida, la afirmación de que la evolución darwiniana es absolutamente cierta, es evidentemente falsa.
Postulado 3: la teoría de la evolución conduce al ateísmo
En el libro The blind watchmaker (El relojero ciego), que es uno de los libros más referentes que trata sobre la evolución, Richard Dawkins, catedrático de la Universidad de Oxford, explica lo siguiente:
“Aunque el ateísmo podría haber sido lógicamente sostenible antes de Darwin, Darwin hizo posible ser un ateo intelectualmente satisfecho”.
En su otro libro popular, The God Delusion (El espejismo de Dios) el autor argumenta de manera similar:
“Darwin y sus sucesores han demostrado cómo las criaturas vivientes, con su espectacular improbabilidad estadística (de existencia) y apariencia de diseño, han evolucionado con pasos lentos y graduales desde comienzos simples. Ahora podemos decir con seguridad que la ilusión del diseño en las criaturas vivientes (que un Ser superior diseñó la vida) es solo eso: una ilusión”.
Cuando una persona promedio, sin mayor preparación en biología o filosofía, lee este tipo de declaraciones provenientes de un académico reconocido, es muy probable que simplemente las acepte. Como criaturas sociales que somos, nos gusta aceptar lo que nos dan quienes tienen autoridad.
En la citas anteriores, Dawkins vincula firmemente el ateísmo y el darwinismo; y no está solo. Existen millones de personas que creen que una postura conduce a la otra.
Pero nuevamente, se debe entender que hay una gran brecha entre el entendimiento popular y la comprensión académica de la ciencia evolutiva. Dawkins aquí está expresando sus puntos de vista personales sobre la evolución. Estos no son los ‘hallazgos’ de la biología, ojo, sino su ateísmo que colorea su ciencia con un matiz personal.
La mayoría de las personas confunden las opiniones de los científicos y las consideran declaraciones de la ciencia, y por supuesto, eso no es correcto. Un científico puede tener ateísmo, teísmo, agnosticismo o cualquier otra visión del mundo, y debe tener cuidado de no mezclar sus creencias con la ciencia cuando le habla al público.
No hay nada en la teoría de Darwin que implique ateísmo o ‘demuestre’ que la idea del diseño (de un Ser superior) es una ilusión. Las declaraciones de Dawkins son como una mezcla de aceite y agua: buena biología con mala teología.
El filósofo de la biologia Elliott Sober, aun siendo ateo, da una comprensión correcta de la intersección entre Dios y el darwinismo:
“Los evolucionistas teístas pueden, por supuesto, ser deístas, sosteniendo (la creencia) de que Dios inicia el universo en movimiento y luego, para siempre, se niega a intervenir. Tampoco hay contradicción en que abracen a un Dios más activo, cuyas intervenciones posteriores en la creación pasan desapercibidas para la biología evolutiva. La intervención divina no es parte de la ciencia, y la teoría de la evolución no implica que no ocurra ninguna”.
Este concepto no debería ser una sorpresa si uno comprende cómo funciona la ciencia. La ciencia usa observaciones para crear y probar hipótesis y teorías. Dios, por definición de Su esencia, es un Ser que no se puede ver. Por lo tanto, cualquier observación directa de Él es imposible.
Cualquiera que afirmara que la existencia de Dios está refutada por algo de la ciencia, ya sea la evolución darwiniana o la mecánica cuántica, está lejanamente equivocado.
Hugh Gauch, filósofo de la ciencia, explica que tener la idea de que “la ciencia apoya el ateísmo, es obtener altas calificaciones por entusiasmo, pero bajas calificaciones por lógica”.
Quizá una de las razones por las cuales las personas piensan que la ciencia conduce al ateísmo, es por que cuando los científicos dan explicaciones de los fenómenos naturales, no incluyen a Dios como una causa o un agente activo, pero eso no significa que Dios no exista.
Los mecánicos pueden hablar de cómo funciona un automóvil, explicando todo, incluido el consumo de combustible, el sistema eléctrico, el de engranajes, la mecánica de frenado, el aire acondicionado, etcétera; y aunque den explicaciones elaboradas de cómo funciona el automóvil, su explicación no implica que no haya un diseñador del automóvil.
Del mismo modo, los científicos solo usan explicaciones de la misma naturaleza cuando se proponen explicar cómo funciona el mundo. Esto se conoce como naturalismo metodológico, y todos los científicos son naturalistas metodológicos; en otras palabras, significa que sólo se refieren a causas naturales y efectos naturales.
No está permitido nombrar a Dios en la ciencia según la regla del naturalismo metodológico, pero eso no significa que Dios no exista. El biólogo evolucionista Scott Todd destaca este punto:
‘‘Inclusive, si todos los datos apuntan a un diseñador inteligente, tal hipótesis está excluida de la ciencia porque no es naturalista. Por supuesto, el científico, como individuo, es libre de abrazar una realidad que trasciende al naturalismo” .
Por otro lado, el naturalismo filosófico es la idea de que la naturaleza es todo lo que existe y que Dios no existe. El naturalismo metodológico no es lo mismo que el naturalismo filosófico. Lo primero no implica lo segundo. La confusión aparece cuando estos dos tipos de naturalismo se combinan.
La gente imagina que, dado que los científicos no se refieren a Dios, Dios no existe, lo cual es un pensamiento iluso. El filósofo de la ciencia Massimo Pigliucci, aunque es un defensor del ateísmo, explica esta diferencia:
“La falacia radica en el hecho de que la mayoría de las personas –incluidos, por desgracia, divulgadores científicos prominentes como Richard Dawkins– no hacen la distinción sutil, pero crucial, entre naturalismo metodológico y filosófico” .
Pigliucci, como otros filósofos de la ciencia, concluye que la ciencia no exige ningún compromiso con el ateísmo. Sin embargo, divulgadores como Dawkins promueven la idea de que el darwinismo refuta en alguna manera a Dios… ¡Siendo que el mismo Darwin no habría estado de acuerdo!
Charles Darwin nunca fue ateo, y seguro le sorprendería saber que su teoría se ha utilizado como argumento para la no existencia de Dios. Él escribió lo siguiente: “Me parece absurdo dudar de que un hombre pueda ser un teísta ardiente y un evolucionista”.
Darwin comenzó como cristiano y luego abandonó esa fe para convertirse en un deísta. Los deístas sostienen que Dios existe pero no creen en ninguna religión, milagros, o en una vida después de la muerte. Darwin siguió siendo un deísta mientras escribía su teoría. Incluso, después de publicar El origen de las especies; creía firmemente en Dios. De hecho, en su propia autobiografía escribió que no solo era posible aceptar completamente la evolución mediante la selección natural y la existencia de Dios, sino que también dijo explícitamente que esa era la posición que él sostenía.
Más tarde en la vida, Darwin se alejó de la creencia en Dios y se volvió agnóstico. Este cambio se debió al problema del mal, un problema que siempre lo incomodaba. Pasó por muchas tragedias personales, incluida la muerte de sus amados hijos. Sin embargo, él todavía sostenía que su teoría no negaba a Dios. La conexión entre el ateísmo y la teoría de Darwin es un eslabón perdido; y aunque es popular, no es algo que pueda justificarse académicamente.
Uno de los argumentos que algunos ateos intentan sostener es que Darwin era en realidad ateo (mientras pretendía ser agnóstico) y creía que su teoría conducía al ateísmo. Argumentan que suavizó su postura hacia Dios y las implicaciones de su teoría debido a la presión pública.
Pero hay tres problemas con ese argumento. En primer lugar, no hay evidencia de que se hizo ateo, por lo que ésta especulación carece de fundamento. Darwin ya había renunciado al cristianismo públicamente y había argumentado que una lectura literal de la Biblia no podría ser correcta. Entonces, si él dio esos audaces pasos, ¿por qué escondería su ateísmo más tarde? Ya había desafiado a una sociedad victoriana conservadora, ya no tenía nada más que perder en ese sentido. De hecho, él discrepó públicamente con aquellas personas que usaron su teoría para apoyar el ateísmo.
En segundo lugar, incluso si se hubiese hecho ateo y creyese que su teoría conduce al ateísmo, habría estado equivocado. La razón es que la ciencia, como se mencionó anteriormente, solo trata con cosas observables, entonces, ¿cómo puede una teoría basada en observaciones del mundo natural, refutar a un Creador que es inobservable?
Por último, lo que encontramos en los escritos personales de Darwin es todo lo contrario de lo que deberíamos esperar si se hubiese hecho ateo. En una carta a John Fordyce en 1879, solo 3 años antes de su muerte, escribió lo siguiente:
“Lo que mis puntos de vista podrían ser, es una cuestión que no debería tener consecuencias para nadie excepto para mí mismo. –Pero como usted pregunta, puedo afirmar que mi juicio a menudo fluctúa. Además, siempre que un hombre merezca ser llamado teísta depende de la definición del término: que es un tema demasiado grande para una nota. En mis fluctuaciones más extremas, nunca he sido ateo en el sentido de negar la existencia de un Dios.– Creo que, en general (y cada vez más a medida que envejezco), pero no siempre, agnóstico sería la más correcta descripción de mi estado mental” .
La conclusión es que la creencia en Dios no se ve socavada por la evolución darwiniana ni por ninguna otra teoría de la ciencia. La ciencia en sí misma no tiene la capacidad de desafiar a Dios. Esta declaración no es anti-científica, es simplemente una cuestión de hecho.
En el mundo de hoy nos beneficiamos enormemente de los logros científicos. La ciencia nos ha ayudado a vivir más tiempo, más cómodamente y nos ha enriquecido con un conocimiento desconocido para las generaciones anteriores, razón por la que la ciencia y los científicos a menudo son venerados. Sin embargo, no deben ser glorificados en la medida en que nos suscribamos al cientificismo (creencia excesiva en la validez y poder del conocimiento científico).
La ciencia es una gran herramienta pero tiene límites y no puede hacer todo. La ciencia se basa en las matemáticas y la lógica, la ciencia no puede probarlas, ya que depende de ellas para funcionar.
La fórmula a2 + b2 = c2 se usa en teorías científicas, pero la ciencia no puede decirnos por qué esta fórmula matemática funciona. La ciencia usa la lógica inductiva y deductiva, pero no puede explicar cómo es que esa lógica da resultados correctos. La ciencia no puede decirnos si dar caridad es bueno o si patear a un animal es malo. ¡La ciencia no puede decirnos nada sobre hechos morales, juicios estéticos, verdades metafísicas, si existieron figuras históricas importantes o incluso qué hacer con el conocimiento científico y si es bueno buscar ciencia en primer lugar! La ciencia tampoco puede decirnos por qué funciona la ciencia, puesto que para eso necesitas un poco de filosofía.
Si realmente entendemos la ciencia, cómo ésta opera, su filosofía, su historia, etcétera, no caeremos en el error de pensar que la ciencia -o cualquier producto de la ciencia como el darwinismo- puede “expulsar a Dios”. Al comprender la filosofía de la ciencia y aspectos de la evolución darwiniana, se nos aclara que esta teoría no es enteramente cierta, aunque es la mejor explicación científica naturalista que tenemos al presente.
Resumiendo
Hay una evidente diferencia entre la comprensión académica y la comprensión popular de la ciencia en general y de la teoría de la evolución más específicamente. El público imagina que la ciencia nos da la verdad, sin embargo, una comprensión académica nos muestra que nada en la ciencia está escrito en piedra.
La evolución darwiniana, como producto de la ciencia que es, no puede -y nunca podría- ser algún tipo de verdad eterna y absoluta. La filosofía de la ciencia nos enseña que siempre podemos obtener una nueva observación capaz de desafiar nuestras teorías anteriores, y la historia de la ciencia nos muestra que muchas teorías exitosas del pasado resultaron ser falsas.
La teoría de la evolución de Darwin es un modelo de trabajo, una teoría científica válida, no un hecho absoluto que presenta certeza inmutable. La teoría de Darwin se basa en un marco probabilístico que tiene suposiciones y hay cuestionamientos sobre sus ideas centrales. La idea popular de que la evolución socava la existencia de Dios es simplemente errónea. La ciencia solo trata con fenómenos observables, Dios por definición es inobservable. Comprender los fundamentos filosóficos de la ciencia es muy importante porque así es como obtenemos una imagen más clara de lo que la ciencia de hecho puede y no puede hacer.
Los ateos y los agnósticos deberían reconocer que la ciencia no niega ni puede negar a Dios. La ciencia no solo que no conduce al ateísmo, sino que el ateísmo no conduce a la ciencia. Si alguien es ateo, puede optar o no por buscar conocimiento científico sobre el mundo natural.
Históricamente, la tradición islámica ha estado muy abierta a la investigación científica, y para muchos fue -y sigue siendo- un camino que lleva al individuo a acercarse a Dios. Esta actitud está enraizada en la fuente principal del Islam, el Noble Corán:
«Este Libro es una revelación que proviene de Dios, el Poderoso, el Sabio. En los cielos y en la Tierra hay signos para los creyentes. También en la creación de ustedes y en la diseminación de los animales [sobre la faz de la Tierra] hay signos para quienes tienen certeza [de Dios]. En la sucesión de la noche y el día, en las lluvias que Dios envía del cielo como sustento, con las cuales revive la tierra árida, y en los cambios de los vientos hay, sin duda, signos para gente que reflexiona. Éstos son versículos de Dios que te recito con la Verdad. ¿En qué otro Mensaje creerán si no creen en Dios y en Sus signos? ¡Ay de todo mentiroso, pecador!» El Corán, 45: 2-6
En el Islam, el propósito de esta vida es conocer a Dios, y a través de ese conocimiento, glorificar, amar y aceptar con gusto la sabiduría de la guía divina en la vida de uno.
Al pensar profundamente en la creación de Dios y estudiarla para beneficiar a la humanidad, uno se embarca en un camino de profundas reflexiones y profundos entendimientos que engendran un sentido de gratitud, maravilla y asombro del Creador, y deja a la persona inmersa en ello, completamente envuelta en un noble propósito.